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Dos artistas argentinos brillan en la colección del flamante Museo Moderno de Estambul

Obras de dos argentinos, Guillermo Kuitca y Adrián Villar Rojas, conforman junto un destacado grupo de artistas de todo el mundo -de Refik Anadol a Olafur Eliasson- lo más relevante de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Estambul, recién inaugurado en el paseo marítimo de Karaköy, uno de los distritos más históricos de la ciudad, en un edificio de 10.000 metros cuadrados diseñado por el prestigioso arquitecto Renzo Piano e inspirado en las aguas del Bósforo.

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Hay una piscina muy delgada en la terraza de este modernísimo edificio de varias plantas, donde las gaviotas de a decenas se refrescan cada tarde, mientras el sol cae y provoca sus reflejos serpenteantes: justamente el prestigioso arquitecto italiano -el mismo del Centro Pompidou de París o el Museo Whitney de Nueva York- diseñó este nuevo museo inspirado en los reflejos brillantes de las aguas del Bósforo, que salpican el Cuenco de Oro y que fue utilizado como puerto durante miles de años.

Si bien el museo -que alberga ahora una nueva y renovada sede- abrió sus puertas al público el pasado 4 de mayo, será el 12 de junio cuando se celebre "la gran inauguración oficial", según contaron a Télam durante una recorrida por sus salas.

Mientras Estambul se prepara para ser sede de la final de la Liga de Campeones de la UEFA, el próximo 10 de junio, Turquía muestra su ascendente crecimiento con una escena artística en pleno florecimiento, que incluye, entre otros aspectos, la celebración de la feria CI Bloom -dedicada exclusivamente a artistas turcos-, así como un flamante Centro Cultural Ataturk -inmenso edificio con el nombre del fundador de la república- y el flamante museo Moderno, que abrió sus puertas por primera vez en 2004, como el primer museo de arte moderno y contemporáneo de Turquía, y que acaba de mudarse a su flamante sede luego de varios años de permanecer cerrado.

Mientras que el contorno de esta nueva edificación evoca a los miles de barcos de diferentes tamaños que viajan de un lado a otro entre Europa y Asia, el diseño de "criatura de mar" del museo, con una vista magnífica, busca hacerse eco de los miles de años de historia que aquí se palpitan, creando al mismo tiempo entre la piscina de la terraza y las aguas brillantes del Bósforo "un reflejo como si no tuviera fin", contaron durante la recorrida de la que participó Télam. En tanto, la fachada, con paneles en forma de 3D, juegan con la luz solar cambiante, creando una envoltura brillante e iridiscente que evoca las escamas de los peces.

La planta baja del edificio, totalmente vidriada y con énfasis en las transparencias, es de acceso libre y gratuito para que cualquiera pueda pasear por sus espacios -allí están la sala educativa, la biblioteca, la tienda- y es justamente a su alrededor que se conforma, a modo de contorno, el Paseo de Esculturas, donde destaca, entre otros artistas, una instalación site specific del rosarino Adrián Villar Rojas, titulada "La más bella de todas las madres".

Esta pieza, que exhibe sobre pedestales diferentes cabras blancas de tamaño natural y otros animales mamíferos sobre su lomo hechos de desechos orgánicos, fue realizada especialmente como site-specific en la isla de Büyükada -en la costa junto a las ruinas de la casa de León Trotsky cuando estuvo exiliado aquí, justo antes de trasladarse a México- para la 14ª Bienal de Estambul en 2015, curada por la italiana Carolyn Christov-Bakargiev. La escultura propone la forma en que el argentino imagina cómo sería mirar el planeta Tierra y la cultura humana a través de los ojos de un ajeno, sin perjuicio; en cómo se vería el mundo, y el arte, después del Antropoceno, la era geológica del cambio provocado por el hombre.

El de Villar Rojas es un reino imaginario, una postal hermosa y salvaje, un contraste acorde a lo que sucede permanentemente en esta ciudad, una obra que ahora forma parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Estambul, y convive junto a esculturas de Richard Deacon, Tony Cragg, Yılmaz Zenger y Selma Gürbüz, entre otros.

Puertas adentro del Museo Moderno de Estambul se despliega, además de exposiciones temporarias, la colección permanente que va desde 1945 hasta el presente, a través de artistas turcos que demuestran su identidad cultural y artistas internacionales que han desempeñado un papel activo en la transformación global del arte.

En este entramado local e internacional, en el segundo piso, se encuentra la colección "Islas flotantes", dos salas circulares que permiten adentrarse en la escena contemporánea del arte local de manera cronológica (280 obras de más de 100 artistas), de un lado, y las obras de artistas internacionales, donde destacan, ni bien ingresar a la sala, una inmensa pintura del argentino Guillermo Kuitca, del otro.

Esta pieza del artista argentino, "Sin título", realizada para la 7ª Bienal de Estambul de 2001, da cuenta de los mapas y planos arquitectónicos con expresiones metafísicas, que siempre han desempeñado un papel importante en su producción: "Todas sus obras manifiestan una tendencia a cuestionar binarios como abstracto y representación, personal y político, presencia y ausencia, medio y fin. Kuitca incorpora mapas a sus obras no como instrumentos de navegación, sino como instrumentos para perderse", se puede leer en el epígrafe de la obra, sobre la pared de la sala.

En este piso, entre obras de Michelangelo Pistoletto, Alicja Kwade o Haegue Yang, se vuelve uno de los imperdibles -y lo demuestra la larga fila para acceder a la sala- la instalación recientemente encargada al artista turco Refik Anadol -quien exhibió recientemente en el Teatro Colón de Buenos Aires- titulada "Infinity Room: Bosphorus", y que toma los datos ambientales en tiempo real del Bósforo, tal como hizo en la Casa Batlló en Barcelona.

Ubicado en el paseo marítimo de Karaköy, donde el Bósforo se encuentra con el Cuerno de Oro, en la península histórica de la ciudad, el Museo Moderno fundado en 2004 encontró su flamante residencia donde continuar preservando y compartiendo la diversidad de la expresión artística de Turquía a escala mundial y, al mismo tiempo, traer a Estambul importantes obras de las más diversas geografías, lo que incluye a la Argentina.

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