Una Leyenda Eterna
Un 25 de noviembre de hace tres años, el mundo del fútbol se vistió de luto. Diego Armando Maradona, el hombre que con sus pies escribió páginas doradas en la historia de este deporte, nos decía adiós. Hoy, recordamos al genio del balón no solo por lo que hizo en el campo, sino por lo que representó fuera de él.
Maradona, oriundo de Villa Fiorito, se convirtió en un estandarte de superación. Su historia es un relato de esfuerzo y talento, un ejemplo de cómo el deporte puede ser un vehículo de transformación. En sus pies, el balón no solo era un objeto para marcar goles, sino un instrumento para contar historias, para desafiar lo establecido, para emocionar. 
En Argentina, su recuerdo es un símbolo de identidad. Cada jugada, cada gol, cada gesto de Diego en la cancha se convirtió en un capítulo más de la rica historia del fútbol argentino. Sus triunfos con la albiceleste, especialmente en el Mundial de 1986, son recuerdos grabados a fuego en la memoria colectiva del país.
Pero la influencia de Maradona trasciende fronteras. En Nápoles, se lo venera como a un santo. En Barcelona, se le recuerda como un revolucionario del balón. Y en cada rincón del planeta donde se ama el fútbol, se le respeta y se le extraña.
A tres años de su partida, los homenajes no cesan. En estadios, murales, canciones y relatos, la figura de Maradona sigue viva. Hoy, más que nunca, se siente su ausencia, pero también se celebra su legado. Porque Diego fue más que un jugador de fútbol; fue un símbolo de pasión y arte, un héroe de carne y hueso, con virtudes y defectos, que en el verde césped se convirtió en leyenda.
