Nadie puede cuestionarle más nada. Cumplió todos los objetivo, cumplió todos los sueños. Lionel Messi se convirtió en el Dios del fútbol mundial, dándonos la tercera Copa del Mundo. Con un equipo que lo acompañó y lo apuntaló en todo momento, el número 10 de la Selección Argentina se queda absolutamente con toda la gloria.
Al igual que en 1986 y 1978, la Argentina se consagra campeona del mundo luego de un durísimo camino, que comenzó con una derrota frente a Arabia Saudita, un cachetazo en el momento justo que le dio al combinado nacional el combustible necesario para ser campeón.
Y luego México, y Polonia. Y los octavos con Australia, y los penales con Países Bajos. Y el baile a Croacia. Y Leo siempre estuvo. Leo siempre apareció. Para todos aquellos que decían que se escondía y no aparecía en los grandes momentos.
Leo es Dios. Y se sube al olimpo, aunque ya lo estaba. Y no tenía que demostrarle nada a nadie. Pero el más grande de todos se quedó con la gloria eterna. Y lo merecía.