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EN EL MOVISTAR ARENA

J Balvin: el gran animador de la pista de baile

El intérprete y productor discográfico colombiano, de 37 años, presentó las canciones de su quinto álbum “Jose” con un show a la altura de quien es considerado “El Príncipe del Reggaetón” y uno de los nombres sobresalientes de la denominada música urbana.

j balvin

El fenómeno latino J Balvin regresó la noche de este sábado a la Argentina para presentar las canciones de su quinto álbum “Jose” con un show en el estadio porteño Movistar Arena a la altura de quien es considerado “El Príncipe del Reggaetón” y uno de los nombres sobresalientes de la denominada música urbana.

Y para estar en sintonía con esos pergaminos regionales y globales, el intérprete y productor discográfico colombiano, de 37 años, hizo lo que el público que consume estos géneros parece esperar de un espectáculo donde la música es un accesorio grabado.

Con el enorme protagonismo de DJ Pope (además sumando una segunda voz y las constantes arengas), media docena de bailarines y dos músicos apartados a un costado del escenario (un baterista y otro en el teclado que eventualmente tomó también una guitarra eléctrica), J Balvin dijo lo suyo animadamente.

Paseándose sobre una tarima elevada en el centro del tablado y cuyo soporte también fue parte del dispositivo audiovisual con otras cuatro pantallas, el creador nacido en Medellín bajo el nombre de José Álvaro Osorio Balvín, puso a contonearse al gentío que ocupó gran parte del reducto del barrio porteño de Villa Crespo.

Sobre esa elevación o caminando el escenario a la vez que bosquejaba algunos pasos de baile como insinuaciones contenidas, como quien sabe pero no quiere demostrarlo del todo, J Balvin fue narrando esas historias de amores volcánicos sobre una base machacante y pegajosa.

Y la receta, con varios cambios de vestuario, recurrentes mensajes optimistas y efectos especiales como disparos de humo o llamaradas brotando desde el filo de la escena que generaban aullidos del público, puso a girar una fiesta más cercana a un espectáculo de discoteca que a un recital.

Como signo de los tiempos, apenas dos meses atrás algunos medios daban tips para asistir a un concierto de Martha Argerich en el Teatro Colón cuando, en definitiva, se trataba de una mujer tocando maravillosamente el piano y, en cambio, no se les ocurre alertar que buena parte de los espectáculos de música urbana latina –como el de J Balvin que nos ocupa- carecen de música en vivo.

Pero, una vez asimilada la convención y también el carácter y alcance de la urbanidad propuesta en las historias que se cuentan donde los romances fugaces y excesivos ocupan el 99% de la literatura porque –según parece- en esas calles no pasa ninguna otra cosa, la atmósfera gozosa se desata.

A las 21.40, apenas 10 minutos después que la audiencia reclamara con palmas el inicio de la velada pactado para las nueve de la noche, J Balvin subió cansinamente la máxima altura de la escena y enfundado en ropas claras y holgadísimas, con capucha y lentes, abrió la puesta con “Mi gente” y “Reggaetón”, dos de sus muchísimos hits, a la vez que seis bailarines ocultos en unos abrigos de color bordó se agitaron a su alrededor.

La propuesta incluyó fragmentos de piezas como “Bonita”, “Qué más pues” y “Con altura” capaces, por caso, de dejar sonando la colaboración de la argentina María Becerra en el segundo de los temas aunque, claro está, ella no estuvo allí.

En medio de ese repertorio, el colombiano regaló gestos como quitarse gafas y capucha y agradecer o vocear que tomaba mate y fernet, tal vez por influencia de su esposa argentina con la que tiene una hija, Río, también nacida aquí.

A la vez que los bailarines fueron cambiando atuendos –siempre uniformes y estrafalarios- el propio anfitrión pasó de una musculosa con un enorme colgante con el emoji sonriente y los ojitos como rayos tal como se ilustra la portada de “Jose” a otro conjunto de pantalón largo y buzo.

Sin dejar de repetir la expresión “Argentina” promediando o al final de las interpretaciones ni abandonar la recurrente promesa de “montar la discoteca” en el lugar, J Balvin también apareció descalzo y con una remera blanca que al abordar el tema “Rojo” lució manchada de ese color tal como en el clip de la canción donde se muestra un accidente de tránsito.

Fotos de fans en pantalla gigante y el ritual de encender las linternas de los teléfonos celulares (para que “cada luz de esas envíe esa energía y esa buena vibra”, explicó) prologaron la propuesta de “abracen al que tengan al lado que mañana no sabemos qué pueda pasar” y entonó “La canción” antes de hincarse y tocarse repetidamente el pecho a la altura del corazón.

La serie de ceremonias sumó al cuerpo de baile integrando una bandera argentina con asta que la propia estrella hizo flamear mientras sonaba “Qué calor” y la referencia “al placer de hacer música con la gente del movimiento urbano de aquí” como prólogo a la versión solista de “Paso” que lo unió con Trueno.

Elementos inflables, un grupo de elegidas del público “perreando” para la multitud y un final exaltado con “In da Getto” completaron el muestrario de la experiencia de J Balvin en directo como parte del tour latinoamericano de “Jose” al que le quedan media docena de citas (Chile, Paraguay, Perú y tres en México) hasta el próximo 3 de diciembre.

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