MENU
ZAFIRO 89.5 EN VIVO Radio Zafiro

MENDOZA 21°C

MENU

21°C

89.5
Historias de acá

Dawer, el hombre orquesta que conoce todos los secretos del Independencia (y también sus fantasmas)

La sala más importante de Mendoza y una de las más importantes de la Argentina, está próxima a cumplir 100 años. Allí hay miles de historias. Daniel Hernán Wenceslao Cortez es dueño de todos sus secretos, incluso el de los fantasmas que habían allí.

Teatro Independencia

Es una casa inmensa de casi cien años. Acá todos vienen a llorar o a reír a carcajadas. A emocionarse. Un edificio enorme que cumplirá un siglo en 2025. La escritura está a nombre del estado mendocino, pero el dueño es otro. Otro y sus fantasmas. Porque, más allá de lo que digan los papeles, el otro habita ese espacio desde siempre y lo domina. Heredó ese dominio de su padre y conoce hasta los más pequeños secretos, cada rincón, cada cicatriz, toda la historia.

En alguno de esos rincones perdió su nombre, Daniel Hernán Wenceslao Cortez. Quedó enganchado en alguna telaraña del Teatro Independencia y debió hacerse llamar Dawer, un apodo que le puso su madre, Wenceslada.

El Teatro Independencia es la casa de Dawer. Su vida. Sólo los fantasmas llevan más tiempo allí que él.    

 ─Me llevo bien con ellos. Los fantasmas de los muertos no hacen nada. Sólo me cuido de los fantasmas vivos  ─dice, y sonríe. 

En 1922 el gobernador Carlos Washington Lencinas envió un proyecto a la Legislatura para la construcción de un teatro, un hotel y un casino anexo, en la manzana donde había estado la cárcel provincial y que en ese momento estaba ocupada por el cuartel general de Bomberos. Las obras se iniciaron un año después y el teatro fue inaugurado en 1925.

La historia del Independencia y de Dawer comenzaron a entrelazarse en 1960, cuando todavía él no había nacido. Ese año su padre, Guillermo Andrés Cortez, comenzó a trabajar en la Legislatura. 

En 1963 sucedieron dos cosas que definieron el futuro. Cortez se peleó con un diputado y el 22 de octubre de ese año el Teatro Independencia se incendió.

"A mi papá lo castigaron y lo mandaron acá, al teatro, que había quedado destrozado ─cuenta este hombre más bien bajo pero fornido de tanto tirar de sogas, de treparse, de cargar equipos y escenografías".

─Mi papá y mi tío Jonás fueron los primeros que entraron acá después del incendio, a remover lo que había quedado. Estaba en ruinas. Apenas se había salvado algo de la platea alta, la tertulia y algunas sillas.

Los Cortez fueron parte de la reconstrucción y, cuando se reinauguró el teatro en 1965, quedaron trabajando allí. 

─Papá empezó a trabajar en mantenimiento, después fue maquinista y llegó a ser jefe de sala.

Dawer es el menor de tres hermanos y empezó a acompañar a su padre desde niño. "Lo primero que hice fue lío. Rompí varias escenografías ─cuenta─ y cuando comencé la secundaria me hacía la sin cola para venirme acá". 

Se puede decir que Dawer se instaló allí en forma permanente cuando cumplió los 14 años y, además, trabajaba armando escenarios fuera del Independencia.

Recuerda que trabajó mucho con Hugo Lorente, quien fue uno de sus maestros y que tenía una empresa de luces.

─Empecé de tiracables ─cuenta, y enumera desfiles en la Escuela Hogar Eva Perón, obras de teatro ─ y ballet, mucho ballet. Fui el último que vi en Mendoza a Maya Plisétskaya (la histórica bailarina moscovita) cuando vino al Estadio Pacífico, rodeada de guardaespaldas rusos.

Dawer trabajó en el primer Festival de la Tonada que se realizó en el predio actual y también en las primeras ediciones de los festivales de la Cueca y el Damasco, del Chivo, el Melón y la Sandía y en una infinidad de espectáculos más.

Teatro Independencia
Daniel sube a escena para Diario MENDOZA. 

Esos pasos

Camina con total seguridad por uno de los subsuelos del Independencia, que está en penumbras. Son las tripas del teatro. Dawer tiene 52 años ahora, pero podría tener 18 o 20. Así de ágil se mueve.

─Contame de los fantasmas. ¿Existen realmente? 

No responde sí o no. Cuenta, como eligiendo ejemplos al azar.

─Fantasmas vivos hay montones, conozco cientos. De los otros, acá hay algunos. Cuando mi viejo se peleaba con mi vieja se quedaba a dormir acá, en los camarines. En ese tiempo los pisos de los camarines eran de madera. Yo ya trabajaba con él y me decía que, cuando estaba en la cama, sentía pasos. No crujidos, sino pasos. Yo pensaba: "Este estaba borracho". Pero un día mi mujer me echó a mí y me vine a dormir al mismo camarín. Y los sentí. Me caminaban al lado. 

Dawer mira el efecto que causa su relato y sigue:

─Hace como unos 7 años, cuando recién me separé, me vine también a dormir acá. El piso ya era de cerámicos y volví a sentir los pasos, claritos, perfectos .

Los trabajadores del Independencia cuentan que esos sucesos ocurren casi a diario y que conviven con ellos con total normalidad.

Dawer recuerda que uno de los episodios más intensos lo vivió allá por el '97.

El recordado actor Hugo Arana estaba preparando una función en el Independencia. 

─Yo estaba armando las luces para la obra. En un momento Arana va al baño de uno de los camarines y con Alfredo Ahumada, que en ese tiempo trabajaba con él, nos fuimos detrás del escenario a esperar que volviera para que me siguiera indicando que iluminación necesitaba. Entonces, de pronto, se abre esa puerta de ahí (señala una puerta de casi tres metros, de hierro y chapa y que pesa una enormidad) y no había nadie. No había nadie más en todo el teatro y es imposible que esa puerta se abra con una corriente de aire. Además, tiene picaporte y el picaporte se bajó solo. Después Hugo salió del camarín, se juntó con nosotros y los tres vimos como la puerta se cerraba sola.

Pasos, puertas que se abren solas, siluetas, sombras, luces, los ejemplos son muchos y se repiten en forma cotidiana. Los que trabajan en el Independencia no se sorprenden, conviven con esto sin conflictos ni temores.

─Una vez, no hace tanto, un par de compañeros estuvieron conversando en una función con un señor que había sido director del teatro 60 años atrás y después me vinieron a contar esa charla. Lo curioso es que ese señor ya había fallecido hacía tiempo y es raro que un muerto venga al teatro, ¿no?   

Xarli Sid y Felipe Curadelli son dos jóvenes asistentes y alumnos de Dawer. El maestro espera que sean sus herederos. Escuchan las respuestas y afirman con la cabeza. Ellos también pueden dar fe.

─Siempre se ven en el último piso. Hay fantasmas, sí, pero no hacen nada, porque los muertos no hacen nada ─subraya uno.

La vida

En 1996, cuando se creó el Instituto Provincial de Cultura los viejos empleados del teatro fueron designados a otros puestos y Dawer quedó solo allí. 

─Mi papá fue uno de esos viejos. Se terminó jubilando con 47 años de servicio, a los 65 años. Falleció en el 2013.

Dawer tiene 13 nietos y reconoce que los disfruta.

─¿Cuántos hijos tenés?  

─¿Legales? 

─Todos.

─Dieciocho.

─¡Uh! ¿Y cuántas butacas tiene un palco del teatro? 

─Dieciocho.

─¿Tenés relación con todos ellos?

─Con ocho. Con los que puedo. Si tratara de ver a los otros se armaría un lío bárbaro en algunas familias.

Nació en Las Heras, a dos cuadras de El Plumerillo, y vive hace ya un tiempo también en Las Heras, pero ahora a una cuadra del Zanjón de los Ciruelos.

Dice que si pudiera formar a alguien que lo pueda reemplazar se pondría a estudiar Seguridad de Higiene, "pero acá nadie dura mucho" porque el trabajo no tiene ni la categoría ni la paga que merece.

"Antes de jubilarme sueño con que nos den el escalafón que corresponde. A los técnicos de este teatro no nos reconocen como técnicos. Somos un empleado público más y esto no es una oficina. Alguien alguna vez va a tener que resolver eso".

Muchos de los técnicos y operarios que trabajan en las empresas de iluminación y sonido de Mendoza, han aprendido con Dawer, incluso algunos dueños de esas empresas.

─¿Por qué no montaste una empresa así?   

─Tenía una empresa de luces, pero me farrié toda la plata (ríe). No, no es cierto. En su momento había demasiadas empresas de iluminación y, entonces, empecé a hacer decoración de eventos. Después me contrataron para armar un teatro en Salta y me fui. Cuando volví, no quedaba nada. Tenía todo armado, pero los amigos lo vendieron. Al regresar ya había mucha competencia y se necesita invertir un dinero que ya no tenía.

─¿Cómo te llevás con los técnicos que vienen de afuera?

"Es difícil trabajar con los técnicos de afuera, puntualmente con los porteños. Para ellos sos un indio. Todos los del interior somos indios. Pero los muchachos del Colón, del Cervantes, del San Martín, ya me conocen bien. Saben que cuando vienen acá, tienen que venir serenos y tranquilizarse".

Dawer se quedará aquí, él lo sabe, lo desea. Es una de las personas más conocidas y respetadas en el ambiente artístico de Mendoza, por más que su nombre no salga en los diarios y no haya placas que lo mencionen.

Es el patrón del Independencia. Este es su dominio. Y lo seguirá siendo hasta que él lo decida.

De su boca

"Nadie sabe quién es Daniel Cortez. Me ha pasado que en alguna Fiesta de la Vendimia agradecen al supervisor de Vendimia, al que hizo la plantilla de luces, dicen Daniel Cortez y todos se preguntan quién es. Pero todos saben quién es Dawer".  

"Armé teatros en Salta, Córdoba, Rosario, San Juan… Armé un teatro en Tunuyán. Armé el Teatro Mendoza, la Nave Cultural, la Nave Universitaria, la sala del Centro Catalán… Armé 12 teatros. En las placas agradecen a todos, pero yo no aparezco en ninguna".

"El teatro más lindo que conozco es este, el Independencia, a pesar que queda poco de lo original. Pero todavía quedan las varas de tramoyas, que son todas manuales. Es un orgullo, porque es mejor. En el resto está todo computarizado, aprietan un botón y listo".

"Ese tipo de tecnología, todo computarizado, hace que se pierda la magia. Nosotros somos magos. Hacemos desaparecer cosas, subir personas, levantar telones sin que nadie nos vea. Y eso se pierde. Antes hacíamos que los magos hicieran desaparecer a una persona por una trampa en el piso. Ahora usan espejos, telones y efectos de luces. No es lo mismo. Es bueno dejar de hacer fuerza, pero la magia se va perdiendo. Esto ya no es teatro, es show. Hasta algunas sopranos cantan con micrófono".

 "Los técnicos y productores porteños  te quieren pasar por arriba. Te dicen: 'Nosotros trabajamos con Rodrigo'. Yo trabajé con Cipe Lincovsky, con Alberto Castillo, el Polaco Goyeneche, los hermanos Pericet (los españoles Ángel y Eloy), con el maestro Héctor Zaraspe, al que le mandaba la planta de luces por fax cuando tenía que montar algo en Juilliard (el conservatorio de Arte de New York), con Charly, Fito, Lebón, León Gieco, Divididos, La Renga... Pero yo no digo nada. No discuto. Ellos trabajaron con Rodrigo y que piensen lo que quieran. Total, después me vienen a preguntar cómo hacer el trabajo".

"Acá las gestiones pasan y nosotros quedamos. Pero tenemos que rendir examen cada cuatro años, como si empezáramos de cero. Hace un tiempo un director del teatro recién asumido me quiso echar. Cuando llegó, nos sentó a todos y nos empezó a preguntar qué hacía cada uno en el teatro. A mí me conocía, porque es actor y yo le había hecho la técnica durante dos años en las giras que él hacía. Pero me dijo: 'Usted, Dawer, ¿a que se dedica?, porque nadie sabe qué hace'. Yo me paré y le dije que era jefe técnico, maquinista, sofista, iluminador, puestista, realizador... Acá, cada cuatro años, hay que pagar derecho de piso".

"Cuando se reinauguró el teatro en 2003 (estuvo cerrado desde el 2000 por remodelación) era una Ferrari. Le dieron arranque y salieron a andar por el mundo, pero nadie le echó agua, ni aceite, ni le controló el aire de las ruedas, ni las luces… nada. Nosotros sólo pedimos cosas para hacerle un buen mantenimiento. Para que se mantenga como corresponde".

"Lo mejor que me ha pasado, el momento más feliz, fue cuando me dejaron montar el teatro a mi gusto, las varas de luces, el equipo de sonido, los telones… Hice lo que me enseñaron los viejos". 

"Para mí, lo único que cuentan es el saludo de los artistas. Esa es la satisfacción". 

Teatro Independencia
 

El Independencia

  • Fue inaugurado en 1925.
  • Es la principal sala de Mendoza, reconocida en todo el país por su arquitectura, su escenario de 9,70 de boca por 10 de fondo, su acústica y su calidad general.
  • Actualmente tiene un aforo de 638 espectadores.
  • Es sede permanente de la Orquesta Filarmónica de Mendoza.
  • Se incendió el 22 de octubre de 1963 y fue reinaugurado el 25 de septiembre de 1965.
  • Fue refaccionado en 1971, en 1991 y estuvo cerrado entre 2000 y 2003, cuando se realizó la última restauración.
  • Fue declarado Monumento Histórico de la Nación Argentina en 2011 por decreto presidencial.


 

Suscribite al newsletter

Todas las noticias de Mendoza y del mundo en tu correo