Entrevista
Hace algunos años, y quizás sin imaginar este presente, al egresar de la facultad de teatro, José Kemelmajer (62) defendió su tesina El proceso audiovisual en el soporte creativo. Luego llegaron el cortometraje Deuda con la infancia, que realizó junto a uno de sus hijos. El documental Margen, entrevistando nada menos que al Padre Jorge Contreras. La serie Se Alquila, que se vio por Canal 9 a finales de los años '90, y un programa de entrevistas con una búsqueda reflexiva, acerca de diversos temas sociales llamado Aristas.
Todo aquel derrotero desembocó en el cine, literal. El 2023 lo descubre supervisando día a día como marchan las funciones en cines locales de su primer largometraje: Parque Central. 
—¿Qué hay en Parque Central?. Me refiero a lo que está escondido detrás de la obra
—Creo que uno sin darse cuenta va construyendo una persona que tiene una cierta apreciación sobre la vida. Eso se va consolidando según la historia que te ha tocado vivir, la gente con la que has conectado, la capacidad de escuchar, de observar. Y a través de los años van apareciendo ideas que los músicos, las músicas, les músiques las traducen en canciones, quienes escriben lo hacen en libros, y en materia cinematográfica la conjunción en la que se reúnen: la música, la imagen, el texto, la actuación, etcétera.
—¿Entonces?
—Entonces, hace como unos 13 años, tuve la idea de hacer una película que atentara contra los fanatismos de este tiempo para poner en valor las pequeñas cosas y los afectos como lo único por lo que vale la pena vivir. Parque Central es eso, una película que intenta desvalorizar los fanatismos de esta modernidad que hacen bastante mal. Fanatismos ideológicos, deportivos, alimenticios, y destacar lo que para mí es lo sustancial, que son los afectos y las pequeñas cosas que a veces dejamos de lado. Esas son las únicas cosas importantes de la vida. 
—¿Es un sueño cumplido?
—De todos mis proyectos ha sido el más complejo, porque hacer cine es un gran problema. Grabar una canción no es un gran problema, escribir no debiera ser un gran problema en sí mismo. Te diría que de todos los proyectos que he desarrollado ha sido el más ambicioso, porque hay que articular muchísimas cosas simultáneamente, los tiempos son muy vertiginosos, cada minuto es muy costoso. De mis sueños, es el que más gratificación me ha dado haber podido lograrlo, por el nivel de dificultad que presentó.
—¿Cómo fue el proceso creativo?
—Una vez le escuché decir a Santiago Kovadloff que “la cultura es hacerse cargo del tiempo y el lugar en el que a una persona le toca vivir”. Si vos asumís el lugar en el que estás, la realidad y el tiempo en el que te toca vivir, de alguna manera podés vivir un poco más pleno. Si pretendemos vivir en Mendoza como en Nueva York, nos va a ir mal. Y si queremos vivir en Nueva York como si estuvieras en Palmira, también te va a ir mal. El proceso creativo fue bastante tedioso, porque somos un país centralista en el que tenés que esperar que desde CABA el (Instituto Nacional de CIne y Artes Audiovisuales (INCAA) te diga: “ok, podés rodar tu película en Mendoza”. Creo que lo que todo el equipo hizo bien fue asumir que acá en Mendoza no estamos tan entrenados como Buenos Aires, por ejemplo, para la producción audiovisual. Entonces unas de las cosas que sentí, es que tenía que ensayar muy bien con actrices y actores para que, a la hora del rodaje, las cosas salieran bien. Porque entre el trabajo de arte, el montaje de todo el equipamiento para la fotografía, etc, el tiempo que te queda para poner la escena con el elenco es poco. Y eso es lo más importante cuando decidís contar una historia. Al igual que el teatro no es el edificio ni las luces, sino actores y actrices subidos al escenario transformando el espacio con su acción.
Lo que siento que fue muy importante fue ser consciente de esa realidad y asumir en equipo lo que les propuse: llegar al rodaje con las escenas muy bien ensayadas. Mi orgullo es sentir que se trató de un equipo de trabajo que se preparó para que las cosas saliesen bien
—¿Qué sentís cuando ves la sala llena y las muy buenas devoluciones que el público viene haciendo a tu película?
—Una vez, Gustavo Torres, personaje del guardaparque que es casi como un socio artístico (hicieron juntos la obra Tiempos de paz) y además es una de las grandes actuaciones de Parque Central, hace mucho tiempo me dijo que es importante sembrar y también cosechar. Siempre lo recuerdo.
Es muy lindo poder cosechar en algún momento, porque en el arte uno con la pasión incondicional que tiene, siembra todo el tiempo y muy pocas veces cosecha. No hablo de lo económico, sino de respuestas, reconocimiento, valoración del trabajo.
—¿Cómo sigue el camino?
—Disfrutar muchísimo de este momento de Parque Central, trabajando con el objetivo de que vean la película, la mayor cantidad de mendocinos y mendocinas posible. Porque la gente que te ayuda es la de acá, los auspiciantes son de acá, actores y actrices son de acá. Es un proyecto completamente mendocino, en todo sentido. 
—En los créditos se deja ver el sello Mendocine. ¿De qué se trata eso?
—Me encanta Mendocine (rie). Asocié dos ideas: la generación de una marca propia para mis productos audiovisuales y el lenguaje inclusivo. Todo lo que voy a intentar seguir haciendo va a ser ciento por ciento mendocino. Con elencos artísticos y técnicos de nuestra provincia, a esa idea, a ese concepto decidí llamarle “Mendocine”. 
—¿Sentís que alcanzaste los objetivos propuestos?
—Sí. Además, el apoyo que tuve de municipios y empresas privadas, me enorgullece muchísimo y también que ellos puedan ver que valió la pena apoyarme. No me endulza el ego para nada, porque lo que me interesa es seguir haciendo y siendo, en esto de intentar ser un artista. Me apasiona sentir que a través de Parque Central voy a poder seguir haciendo cine, pero lo más importante que tengo para decirte es que superamos las expectativas, porque yo pensaba que Parque Central era para un cierto sector cultural, para una franja de la sociedad y nos encontramos con que la película es familiar y popular. 
—¿Qué te gustaría que la película genere en el público?
—Hay algo muy fuerte que tiene que ver con la industria del entretenimiento. Para mí, más allá de que alguien pueda pasar un momento entretenido, esa ambición de querer cambiar el mundo a través del arte está presente. Uno siempre tiene una mirada transformadora. La idea de que el espectador que va a ver un recital, o una obra de teatro, o una película, se vaya distinto, aunque no lo sepa. Algo pasó en su interior, aunque no se dé cuenta. Hay canciones que nos han cambiado la vida. En ese sentido, siempre quiero que el público se sienta transformado.
Me gustaría que quien vea Parque Central vuelva a revalorizar la vida misma, que es la trama de los vínculos.
—¿Parque Central tiene una mirada más de autor que de búsqueda industrial?
—Totalmente y me alegra mucho que se note mi identidad. Vivimos en un mundo hiper capitalista que todo el tiempo te dice cómo vivir, cómo pertenecer al dispositivo “imbecilizador” de que vos estás obligado a tener tal o cual cosa. Tenés que comer aquello. Tenés que ir a pasear a tales lugares. Parque Central es parte del armado de una resistencia. Es entender que la vida no pasa por los mandatos del mercado, sino por la relación que podés alcanzar con tus afectos más cercanos. En esa mesa chica es donde la trama de nuestra especie se sigue sosteniendo.
Bonus Track
