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Entrevista

Kate Hudson: "Siempre fui muy honesta y abierta sobre todo"

La actriz, que volvió al cine después de varios años alejada de las cámaras. habla sobre su carrera, sus padres, el nepotismo y la cultura de la cancelación.

kate hudson

En una fragante mañana de otoño en septiembre de 1999, Kate Hudson se sintió diferente. Intentó ponerlo en palabras en su diario. Siempre tuvo esa costumbre: una vez le dijo a un entrevistador que la mantenía "centrada", algo que uno esperaría de ella. Estaba en medio de la filmación de Casi famosos -esa historia de crecimiento que encendió su carrera y le valió una nominación al Oscar- y se había despertado tras una noche de filmación en un apretado ómnibus de gira. "Salí del hotel y le dije 'hola' a la luz que llegaba desde las colinas", escribió. "Hoy me siento extremadamente emocional. El corazón me duele constantemente. No sé por qué. No es que esté extrañando algo; es que siento todo y mi corazón lo está aceptando."

Hudson le relató esa entrada en su diario al director de Casi famosos, Cameron Crowe, en una entrevista en 2000, y ahora se la recuerdo a Hudson en una habitación de hotel londinense, 22 años después. Ella se ruboriza, mordiéndose una uña ante el recuerdo, como si uno de sus padres hubiera sacado a la luz un vergonzante álbum de fotos. "Oh, esa soy yooooo", se ríe la actriz de 43 años. "Esa soy yo en la vida. Sintiéndolo todo. Cuando era más joven, esa parte de mí estaba un poco fuera de control. No la entendía. A medida que crecía, fui aprendiendo cómo manejar esa suerte de crudeza. Pero aún amo sentirme de ese modo. ¡Por eso soy actriz! Quiero decir, vamos..."

Hudson está acurrucada en la esquina de un sofá, con unos pantalones azules y un top a juego con mangas acampanadas. Se ve característicamente serena y bronceada, con su pelo en largas ondas. Hay una leyenda urbana entre los entrevistadores que dice que es más probable que tu sujeto se abra si espejás su lenguaje corporal. Imposible saber si es cierto. Pero tras unos minutos de intentar emular a Hudson, me doy cuenta que me veo un poco loco. Está siempre moviéndose. En el sofá. Fuera del sofá. Las manos en los bolsillos. Las manos por su pelo. Los pies en la mesa. Los pies doblados bajo su cuerpo. Me rindo.

La gente ama a Kate Hudson. Hombres. Mujeres. Quien sea. Es ideal para sentir atracción: un símbolo de relajada y culta bonhomía. Pregunto si esa adoración puede ser producto de sus comedias románticas, pero ella no está segura. Cómo perder a un hombre en 10 días y Educando a Helen, de todos modos, la cimentaron como una especie de chica soñada metropolitana del nuevo siglo. Y claro, estuvo Casi famosos, en la que interpreta a una musa de las estrellas de rock, Penny Lane: un personaje tan luminoso que impulsa a seguirla felizmente a cualquier oscuro boliche de música al que ella se sienta atraída. Por lo menos uno quiere colgarse con ella mientras compra chaquetas con ribete de piel. Hudson concede que esos personajes pueden haber ayudado a ese amor que inspira. Pero tambien cree que la gente se siente atraída por ella porque es "imperfecta".

"No tuve una vida muy tradicional, ¿sabés?", dice.  "¿Quizá suena conocido? Las mujeres se me acercan y me hablan mucho de sus vidas personales. Creo que eso sucede porque siempre fui muy abierta y honesta sobre todo. Nunca pude fingir sobre eso. Sería agotador." Allí tiene un punto. Hudson ha sido muy abierta sobre el alejamiento de ella y su hermano Oliver de su padre biológico, el músico Bill Hudson: fueron más o menos criados por Kurt Russell, quien ha estado con su madre Goldie Hawn desde que Kate tenía 3 años. También ha sido honesta sobre sus experiencias como madre; tiene tres hijos entre los 4 y los 18 años, con los músicos Chris Robinson (The Black Crowes), Matt Bellamy (Muse) y el folk rocker Danny Fujikawa, con quien se comprometió el año pasado. Siempre pareció marchar a su propio ritmo.

Cuando nació su primer hijo Ryder en 2004, Hudson prometió mantenerse sana entre toda la voyeurística cobertura mediática de ese momento. "Me sentí como si estuviera viviendo en una pecera", recuerda. "Fue un momento de mi vida en el que, o dejaba que las revistas y los tabloides me provocaran una tonelada de ansiedad y me hicieran esconder, o simplemente decir 'a la mierda con todos'. Elegí no preocuparme por cómo la gente me interpretara, o qué se estuviera diciendo en la prensa, o cómo iba a ser sacada de contexto." Deja la mano cerca de la grabadora entre nosotros. "No es que vos vayas a sacarme de contexto, pero sabés lo que quiero decir."

Hudson en Glass Onion.

Estamos aquí para hablar de Glass Onion, la aguda y reluciente secuela de Entre navajas y secretos que se acaba de subir a la plataforma Netflix. Pasé buena parte de la película dándome cuenta de cuánto extrañaba a Hudson: Glass Onion marca su primer trabajo de alto perfil desde al menos 2016. Eso fue cuando sus varios ajetreos secundarios (vodka, suplementos dietarios, podcasting, atletismo) se convirtieron en su foco principal, con la actuación pasando al asiento trasero. En ese momento fue fácil olvidar no sólo cuán buena es en la pantalla, sino también cuánto se extrañaba la clase de películas que acostumbraba protagonizar. Esas comedias lustrosas de gran ciudad, esas películas caras de grandes estudios para treintañeros, como su película de terror vudú La llave maestra.

Glass Onion es parte de una franquicia, seguro, pero acierta en los mismos centros placenteros de los primeros vehículos de Hudson. Es ridículamente agradable, una carísima comedia de misterio llea de gags, escenarios trabajados y cameos de celebridades. Todo suscriptor de Netflix la tiene en su lista, si no la vio ya. Y a diferencia de la película de Navidad llena de estrellas de la plataforma en 2021, No mires arriba, no hará que uno se odie a sí mismo al terminarla. "Amo hacer películas que hagan sentir bien a la gente", dice Hudson. "Es una gran cosa que algo que haga le haga sentir a alguien..." Busca la siguiente palabra. "...¡confusa!". Parece hormiguear en su asiento, antes de reírse tan sonora y honestamente que suena como alguien diciendo "¡Wow!".

Hudson interpreta a Birdie Jay, una exchica influyente que se convirtió en un perpetuo imán de controversias. Es completamente terrible, como la mayoría de los personajes de Entre navajas y secretos que no sean el detective Benoit Blanc interpretado por Daniel Craig. De su boca se disparan brulotes étnicos como la saliva en una discusión. Su máscara de covid está llena de agujeros de diseño. Alguna vez se vistió como Beyoncé para Halloween y puede imaginarse cómo salió eso. Basta quedarse atrapado en el ascensor con ella para desear que se venga abajo. Invitada a su isla privada por el ruin billonario Miles Bron (Edward Norton) -junto a una galería de asesinos potenciales que incluyen a la explotada mujer de negocios de Janelle Monáe y al YouTuber defensor de los derechos de los hombres interpretado por Dave Bautista-, Birdie termina enredada en una elaborada conspiración. Pronto surgen acusaciones y discusiones. Envenenamientos y juegos de poder. Apuñalamientos por la espalda y cadáveres. "Hablame de una cena deliciosa", dice Hudson.

En Glass Onion, el guionista y director Rian Johnson explota varias cuestiones del mundo real, desde el elitismo y la corrupción política a la clase de futurismo de alta tecnología opaco y masturbatorio que huele indiscutiblemente a Musk. En cuanto a Birdie, se queja de ser interminablemente "cancelada", aunque nunca parece realmente ser castigada por eso: sigue siendo muy rica, muy conectada y muy indiferente a los daños que causa. ¿Qué piensa Hudson de la cancelación?

"La gente debería tener una conciencia más profunda, ¿verdad?", dice. "Y la gente que no debería quedar afuera. Deberíamos hacer que se responsabilice a la gente que hace algo que es sexista, misógino o racista. Deberíamos remarcar la falta de diversidad en las compañías o la falta de mujeres en consejos directivos. Kanye debería hacerse responsable de su conducta. Punto." La charla se produce alguinos días después de la aparición de Kanye West con una remera de "White Lives Matter" en la Paris Fashion Week, pero antes de que elogie a Hitler. "Hay cosas que te advierten muy claramente que podés ser cancelado."

De todos modos, tiene mucha más empatía por gente más joven. "Si tenés menos de 40 años hay una línea", señala. "Se vuelve más desafiante cuando se va demasiado en la otra dirección. No quiero que los pibes tengan miedo de hacer arte o decir cosas. Tienen que tomar riesgos y decir lo que piensan, porque lo que quieren decir puede ser muy poderoso. No podés cancelar a alguien solo porque cometió un pequeño error. Lo único que me asusta de la cultura de la cancelación es que asusta a la generación más joven. No saben si lo que están por decir puede ser recibido de manera negativa o positiva, y entonces eligen no decir nada. Creo que podemos hacer un poco de espacio para la generación más joven y que encuentren su camino."

Como Penny Lane en Casi famosos.

Hudson vuelve a menudo al tema de los chicos, sean suyos o de otros. Es algo que tiene en común con su madre, quien dejó la actuación en 2002 para dedicarse a programas educativos para los más chicos. De todas las madres e hijas famosas de Hollywood, Hawn y Hudson parecen las más inmediatamente similares. Ambas son irreprimiblemente soleadas, dotadas para el drama y la comedia, y extrañamente reconfortantes en pantalla; el equivalente a la sopa de pollo cuando se atraviesa una enfermedad. También están increíblemente cercanas: Hudson y Fujikawa viven en la misma calle de Los Angeles que Hawn y Russell, y Hudson asiste regularmente  a eventos y premieres con su madre del brazo. Pero Hudson dice que no siempre fue tan expresiva con respecto a sus padres famosos como lo es ahora.

"Cuando estaba empezando, si alguien me preguntaba por ellos siempre trataba de cambiar de tema", señala. "Realmente quería tener mi propia carrera. Cuando ya había pasado una buena década, de todos modos, me di cuenta de que no importaba. A veces hablar sobre mis padres era una gran distracción de hablar de la película que debía promover." Hace una mueca. Una imagen del poster de Guerra de novias -en la que Hudson y Anne Hathaway se amenazan una a otra con cortadoras de torta de casamiento- pasa ante mis ojos.

Dice que se sintió insegura sobre su familia cuando, siendo adolescente, decidió dedicarse a la actuación y empezó a hacer audiciones a los 16. "Había muchas más críticas", recuerda. "Sentí que tenía que entender lo mío y estar lo más preparada posible. Sentía que debía estar a la altura de algo." Pero admite que entonces parecía haber mucho más de eso de "hija o hijo de". Significaba tener un foco muy brillante sobre ella. "Era yo, quizás Gwyneth... me sentí afortunada de conseguir papeles. Creo que un montón de directores y productores no querían contratarme porque no querían que mis padres quedaran involucrados en la película." Definitivamente, tampoco sintió que sus padres la ayudaran a conseguir trabajo. "Recuerdo a Cameron Crowe diciendo que no era como si Goldie Hawn y Kurt Russell se hubieran plantado en su puerta, apuntándole con un arma a la cabeza para obligarlo a ponerme en su película. No es así como funciona."

Le pregunto si ha estado siguiendo el debate sobre los "bebés del nepotismo" -un término usado para describir a la vasta galería de nuevas celebridades que descienden de estrellas del establishment, como Lily-Rose Depp, John David Washington y Maya Hawke. El New York Magazine definió al 2022 como "El año del Nepo Baby". Hudson suspira. "Eso del nepotismo... no me importa. Miro a mis hijos y somos una familia de narradores. Definitivamente está en nuestra sangre. La gente puede llamarlo como sea, pero no va a cambiar eso. Creo que hay otras industrias en las que es más común, quizás en el modelaje. Lo veo en los negocios más que en Hollywood. A veces he estados en encuentros de negocios donde me pregunto 'Momento, ¿este es hijo de quién? ¡Porque no entiende nada!". Para Hudson es bien simple. "No me importa de dónde vengas o cuál es tu relación con el negocio. Si trabajás duro y la rompés, no importa."

La actriz dice que ahora sufre menos ansiedad que antes, y tiene más voluntad de tomar riesgos. Este año, por ejemplo, lanzará un disco. No es sorprendente que tenga talento vocal: fue uno de los pocos aciertos del fallido musical Nine - Una vida de pasión, de Rob Marshall, por ejemplo. Pero es sorprendente saber que ese miedo la estaba reteniendo para lanzar un disco hasta ahora.

"Me siento más confiada, no tan cruda", dice. "Si lo rechazan no me voy a morir. ¿Diez años atrás, o cinco? Me hubiera sentido devastada si sacar algo que no fuera bien recibido. Pero ahora me siento más fuerte." ¿Qué cambió? "Oh, solo la edad", se ríe. "Mirá, en esta industria te acostumbrás al rechazo. A las críticas. Y luego de un tiempo podés ponerte en retirada, o de algún modo te encallecés."

Dice que es la misma, como si tuviera 19 años y saludara al sol en el set de Casi famosos, solo que un poco menos confusa sobre sí misma. Menos fácil de lastimar. "Todavía lo siento todo. Solo que ahora no se siente el mismo pinchazo."

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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