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ENTREVISTA A MONICA ZWAIG

"Me fascina la búsqueda de otra lengua y el cambio de lengua en la creación artística"

En una entrevista con Télam, la escritora que nació en Francia cuenta que decidió vivir en la Argentina, un país del que dice haberse apropiado, como la protagonista de su reciente novela "La interlengua", una mujer también nacida en Francia que a pesar de algunas dudas decide vivir en Buenos Aires y adquirir una tercera lengua, el italiano.

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La escritora, abogada, actriz y dramaturga Monica Zwaig nació en Francia, donde viven sus padres y hermanos, pero hace más de 10 años decidió vivir en la Argentina, un país del que dice haberse apropiado, como la protagonista de su reciente novela "La interlengua", una mujer también nacida en Francia que a pesar de algunas dudas decide vivir en Buenos Aires y adquirir una tercera lengua, el italiano.

"El idioma es algo insaciable, come de mí sin parar", dice Amanda, la protagonista de esta segunda novela de Zwaig (Francia, 1981) que, al igual que "Una familia bajo la nieve", editó Blatt & Ríos. Con agudeza y perspicacia, la protagonista se hace cargo de lo que implica habitar una lengua y un país que decidió como propios pasados los 20 años: "Tal vez no hace falta nacer en un país para apropiarse de él", asevera.

En una entrevista con Télam que tiene lugar en un bar clásico de Palermo, Zwaig cuenta que cuando terminó "Una familia bajo la nieve", en 2018, pensó en irse de Argentina porque "necesitaba poner un punto final" y publicar ese texto -que había trabajado durante años- era otra forma de marcarlo porque implicaba soltarlo definitivamente. "Logré publicarlo recién en pandemia cuando no se podía viajar", dice entre risas. Eso no pasó: se quedó, tuvo un hijo y ahora publica su segunda novela.

La también creadora, junto al escritor Félix Bruzzone, de la obra de teatro "Cuarto intermedio: guía práctica para audiencias de lesa humanidad" nació en Francia durante el exilio de sus padres hasta que a los 26 años viajó a la Argentina y no hubo regreso, más que para ir a visitar a su familia y amigos.

Sobre esa decisión de vivir en Buenos Aires y todos los vaivenes que supone el aprender una lengua y habitar el nuevo lugar, Zwaig trabaja en esta novela en la que comparte con la protagonista la convicción de no volver a Europa para armar un proyecto en Argentina.

-Télam: En tus dos libros hay narradoras que parece que al escribir se van apropiando de la ciudad. ¿La escritura fue una forma de apropiarte de la ciudad?

-Monica Zwaig: Sí, de la ciudad, de la lengua, del país. Mi historia con la Argentina es una gran apropiación, un robo casi. Es apropiármela porque a mí nadie me la regaló, ni me dijo vos podés escribir, no vengo de una familia de escritores, de una familia que tiene un vínculo simple con las lenguas en general, entonces siento que hay un trabajo de apropiación en la escritura. Intento escribir por más que no haya tenido una historia clara con los idiomas desde el principio. Hay una reivindicación personal. Quizás una persona que nace en una familia de clase media, más estable, tal vez llega más naturalmente a la posibilidad de estudiar letras. Yo no pude porque sentía que tenía que encontrar un trabajo que me permitiera trabajar rápido. No pensaba que esto estaba a mi alcance.

-¿Cómo fueron los procesos de escritura?

-Terminé de escribir la primera novela, que había sido un proceso muy solitario, la mandaba a las editoriales y no tenía respuesta. Había sido un proceso largo, la empecé en francés, después la arranqué de cero en castellano, la dejé varias veces. En total fueron 10 años. Mientras la estaba terminando hice un taller de dramaturgia con Mariana Chaud, cuando terminé pasé al de Santiago Llach. Antes hice taller con Luciana de Mello. Todas esas experiencias me sirvieron un montón. Como estaba muy conflictuada con el uso adecuado de las palabras, Luciana me decía que tenía que escribir sobre mi vínculo con la lengua entonces escribí algo más performativo y cuando arranqué con Llach traté de retomar el tema de la lengua.

"La interlengua" la estaba escribiendo en pandemia y la dejé. Tuve un hijo y empecé a escribir poesía. Después apareció el Mundial y como sufrí mucho porque me despertó muchas preguntas por mi identidad, sentí que tenía que hacer algo con todo eso porque me estaba generando conflictos. Es fuerte cuando uno siente que no pertenece tan fuertemente a algo. Tal vez es más fácil sentirse de un solo lugar, levantar todas las banderas de ese lugar, en cambio cuando tenés muchas banderas para levantar no te alcanzan los brazos, no querés levantar nada.

 

 

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-En las dos novelas está la lengua como incomodidad. Pero en ésta en un momento la narradora se pregunta qué es la lengua madre y pensaba en el libro de María Negroni, "El corazón del daño", en el que ese es uno de los ejes. ¿Fue una de las lecturas durante la escritura?

-Sí, estuvo presente. Además me gusta mucho lo que hace María. Ese libro es increíble. También me crucé en ese camino con "La analfabeta", de Agota Kristoff, y "Una lengua extranjera", de Akira Mizubayashi, que cuenta como aprendió el francés. Me gustó porque es un libro sobre el aprendizaje de un idioma. Venía desde 2012, 2013 queriendo hacer un documental sobre el cambio de lengua o el entender varias lenguas. Tengo amigos brasileros que viven en Francia, crían a sus hijos en portugués y los nenes van al colegio donde hablan en francés. La entrevisté a Laura Alcoba por el cambio de idioma.

Dentro de mis lecturas sobre tema lengua y desarraigo leí "Desertar", de Ariana Harwicz y Mikael Homez Guthart que me gustó mucho. El switch del idioma me interesó mucho tiempo. El documental no avanzó pero me sigue fascinando lo que permite la búsqueda de otra lengua y el cambio de lengua en la creación artística.

-¿Por qué el italiano?

- Es hermoso. Hace poco vi la última película de Nanni Moretti, tiene muchas canciones en italiano y confirmé que amo ese país, ese idioma aunque no haya ido todavía a Italia. Me interesa cómo uno se puede enamorar de algo que no conoce. Uno puede no sentirse representado por su idioma, por su país. La dificultad de esta sociedad es que hay que representar algo, sos de un país o sos del otro, y esa dificultad de no entrar en un solo casillero y esa tensión de la identidad es permanente. Es el estado nación que rige el mundo actual y es una construcción. Cada vez nos movemos más y ese nacionalismo es una ficción. Y eso puede trabajarse en términos de lengua y cultura. Las culturas y las lenguas se mezclan y eso va a crecer.

-En ese grupo de estudio, el aprender el idioma suele ser para volver al pueblo de su familia o para irse, en cambio para la protagonista parece ser una forma de quedarse y habitar ese presente...

-Me escriben en redes y me cuentan que también estudian italiano y se quieren ir a Italia. También están los que vienen a vivir acá como ese profesor italiano de la novela. Yo soy europea y vivo acá. No es todo lo que a uno le quieren mostrar, no es tan sencillo vivir en Europa en este momento. Hay una frase que sentía muy personal que es cuando la narradora dice que en un momento en Europa había que irse para sobrevivir. Creo que eso todavía pasa.

-Por otro lado está ese departamento en el que ese idioma de la pareja se va desarmando también.

- En los vínculos de pareja puede ser el mismo idioma y de repente uno no se entiende más, también me pegunto cómo funcionan esas parejas que no tienen el mismo idioma. Cuando volvía de Francia en el avión había una pareja en la que ella era argentina, él era francés y entre ellos hablaban inglés. Tenían una nena que debía estar entre los tres idiomas. Los veía y me parecía muy difícil todo eso. Dije se van a separar, no van a poder y quizás sí pueden porque quizás un tercer idioma es lo que te permite estar en igualdad de condiciones.

-En tu faceta como abogada hay un idioma bastante particular. ¿Cómo te llevás con ese registro?

-Es aceptar otro juego de la lengua. Sabés que es un juego que no usarías para escribir una obra de teatro. Es aprenderse reglas del idioma abogadil que sirven solo para el idioma abogadil. Lo tomo como un juego y un desafío porque tiene que ser un escrito claro. Es un oficio con ese juego.

-¿Cómo sigue tu proyectos de escritura?

-Tengo un proyecto que vengo postergando hace años que, por ahora, es un monologo de teatro sobre María Casares, salió hace poco un libro de cartas entre ella y Albert Camus porque ellos fueron amantes durante más de 10 años, se mandaban cartas. Cuando salió el libro lo compré y había una carta de María Casares que le contesta a Camus que no quiere actuar más en "Los justos", que no soporta más y se tropieza con las palabras y ya no puede ni hablar. Me gustó que le diga a Camus "ya no quiero saber más nada con lo que escribís". Me gusta mucho esa actriz, era española, estaba en el exilio y se convirtió en una actriz tan importante teniendo un idioma extranjero de base. El otro día leía a Sylvia Molloy que citaba a un autor que decía que, al escribir en su propio idioma, había que extranjerizarlo y que ella lo implementaba. Me gusta poder fusionar las lenguas y los personajes que me dan esa posibilidad me divierten.

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