Historias de por acá
En estos tiempos de tecnología, redes, inteligencia artificial y urgencias constantes, la época de nuestros abuelos parece haber desaparecido. Pero no, no es así. Aún sobrevive, respirando el aire limpio de las zonas rurales, apenas adaptadas leve y amablemente al presente.
Mendoza conserva una virtud en este sentido. Las ciudades y el campo aún están cerca. La frontera es un límite difuso.
Aun así, las costumbres de un territorio y otro son bien distintas y eso se nota hasta en los detalles más pequeños.
Vender algo que hacemos o que ya no usamos, es algo común a estos dos países. Alguien, algún vecino nuestro, querrá comprarnos eso.
En la ciudad abundan ofertas de artículos electrónicos, muebles, ropa, algunos cachivaches que ocupaban mucho espacio en el desván. También alguna producción propia de artesanías, repostería o cosas así. 
En la zona rural también están esas ofertas, pero aparecen otras que le llaman la atención a muchos de los citadinos, que creían que estas costumbres habían desaparecido.
“Vendo chancho y chancha preñada. 150 y 200 kilos”, oferta uno.
“Vendo cepas secas. La chata llena, en 8.000. Llevo a domicilio”, propone otro.
“Soy de Rivadavia y hago salsa por encargue”, anuncia aquella.
Antes esas ofertas estaban escritas en un papel, pegado en la puerta del almacén. Ahora también se usan las redes sociales, especialmente en grupos vecinales.
Alguno ofrece guano de caballo, otro propone negociar una chiva, el de más allá vende cajones de tomates y de pimientos, el de acá tres gallinas jóvenes que prometen ser buenas ponedoras. Alguno ofreció en estos días cerdos jóvenes “para celebrar este 1º de Mayo, vivos o carneados y limpios”. 
Las preguntas de los posibles interesados se suceden después. Que cuántos años tiene la chancha, que si la chiva es mañosa, que si los tomates están maduros, que si la leña está seca o fue cortada este año. 
Para los habitantes de la ciudad, estos avisos generan sentimientos diversos. A algunos le causan gracia, a otros le producen nostalgia, a la mayoría los sorprenden.
Pero, aún con las diferencias de costumbres de los dos ambientes, las precauciones que hay que tomar son las mismas. Las estafas se cometen en los dos y el riesgo de comprar algo robado, también.
Cada cual sabrá qué hacer y qué cuidados tomar. Y cada cual sabrá si será capaz de degollar al cerdito, engordar a la cabra para la próxima Navidad o si conviene comprar la leña, por más que aún chorree un poco de savia. 
