El orégano es una hierba originaria de Europa y Asia que se utiliza en la cocina tanto fresca como seca o deshidratada. Aunque en su estado fresco no es una fuente significativa de nutrientes, en su versión deshidratada se concentran valiosos micronutrientes como el potasio y el calcio, así como proteínas vegetales y fibra. Además, contiene hierro, magnesio, carotenos, vitamina A y vitaminas del grupo B, especialmente ácido fólico, lo que lo convierte en una excelente fuente de antioxidantes, según un estudio publicado en Food Chemistry.
El orégano también es conocido por sus propiedades antibacterianas, que pueden ayudar a prevenir enfermedades digestivas causadas por patógenos como la Escherichia coli o el Helicobacter pylori. Asimismo, un estudio en roedores encontró que el orégano puede tener efectos antihiperglucémicos e hipoglucémicos, lo que podría resultar beneficioso para las personas con diabetes o resistencia a la insulina.
Además, el orégano tiene una actividad antiviral que podría ayudar a prevenir infecciones respiratorias como la gripe o el resfriado. En la cocina, se utiliza en pequeñas proporciones para condimentar salsas, pastas, pizzas, panes, brochetas y tartas. También se puede preparar una infusión con las hojas de la hierba para obtener un sabor y aroma intenso y valiosas propiedades para la salud.
En resumen, el orégano es una hierba aromática muy versátil que no solo aporta sabor a los platos, sino que también puede proporcionar importantes beneficios nutricionales y para la salud. Desde la antigüedad, se ha utilizado como remedio natural debido a sus propiedades antibacterianas, antioxidantes y antivirales. Por lo tanto, incluir el orégano en la dieta diaria puede ser una excelente forma de mejorar la salud y el sabor de los alimentos.