PUEBLO OLVIDADO
Los tres vieron pasar el tren. No el tren de carga, que pasa siempre. Vieron el de pasajeros, que hacía treinta años que no pasaba.
Los tres son los únicos que quedan ahí, en el caserío de Mosmota que antes fue un pueblito que creció junto a la estación del ferrocarril.
Hasta tenía fecha de fundación el pueblo, la misma que la estación, un día que ya no se acuerdan de 1910.
Están ahí, al lado del río Desaguadero, en territorio del departamento puntano de Juan Martín de Pueyrredón.
Cuando en Mosmota censaron a la población por primera vez, en 1960, vivían ahí 112 personas. Diez años después, en 1970, había 153 habitantes. Casi todos vivían del tren, algunos por ferroviarios y otros para darles algún servicio a los pasajeros.
Estaban lejos de todo, pero pasaba el tren y, entonces, no estaban tan lejos.
Pero en 1990, cuando la cosa para el ferrocarril ya venía peluda, muchos habían decidido irse y solo quedaban 49 personas en Mosmota.
Y la cosa siguió para peor. En 2000 quedaban doce y en 2010 solo nueve.
Ahora, en Mosmota, los tres últimos habitantes vieron pasar el tren. El de pasajeros.
─Capaz nos vuelvan a poner la corriente─, dice uno, mientras mira el tendido eléctrico y los faroles del alumbrado público que hace tiempo, inútiles, solo sirven para ser parte del paisaje.
─Capaz vuelva alguien─, dice el otro.
─Capaz nomás─, dice el tercero.
Pasó el tren por Mosmota. El que venía de Retiro e iba para Palmira. Hay tres que lo vieron. Los últimos tres.
