Pedido
La noche mendocina del próximo sábado experimentará un silencio atípico en sus calles, normalmente animadas por el ir y venir de repartidores de comida y otros productos. En un giro inesperado, estos trabajadores han decidido dejar a un lado sus mochilas térmicas y aplicaciones móviles, convocando a un paro de actividades entre las 20 y las 00 horas. La medida de fuerza, anunciada con días de anticipación, busca visibilizar una serie de reclamos que han ido creciendo al ritmo de la inflación y las exigencias del mercado.
Reclamos y expectativas
El núcleo del descontento radica en la demanda por un aumento de salarios que logre equipararse con la escalada inflacionaria que afecta al país. Los repartidores, eslabones fundamentales en la cadena de servicios de delivery, argumentan que sus ingresos han perdido poder adquisitivo, dificultando la cobertura de sus necesidades básicas y los costos asociados a su actividad laboral, como el mantenimiento de sus vehículos o la compra de combustible.
Además, los trabajadores exigen mayor transparencia en los sistemas de pago. Según reportan, las políticas y criterios con los que las empresas del sector calculan los ingresos por entrega son confusos y cambiantes, lo que genera incertidumbre y, en muchos casos, descontento por remuneraciones percibidas como injustas.
El llamado a establecer una mesa de diálogo se erige como otra de las peticiones clave. Los repartidores buscan abrir un canal de comunicación efectivo con las compañías para las que prestan servicios, con el fin de discutir no solo las cuestiones salariales y de pagos, sino también otros temas que impactan en su día a día laboral, como la seguridad, las condiciones de trabajo y el reconocimiento de sus derechos laborales.
