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MENDOCINO EN LA CIMA

Heber Orona: "Hacer cumbre en el Everest fue un gran honor y pude compartirlo"

El montañista mendocino fue el primer argentino de la historia en alcanzar ese codiciado objetivo por la complicada pared norte de la montaña, del lado del Tíbet, sin haber usado oxígeno artificial. A 70 años de la primera expedición que pudo lograrlo, cuenta su experiencia junto a otros escaladores que alcanzaron los 8.848 metros.

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En mayo de 1999, un muy joven Heber Orona llevaba su cuerpo hasta los 8.848 metros de altura y se convertía en el primer argentino de la historia en alcanzar la cima del monte Everest por la pared norte de la montaña, del lado Tíbet, en China, sin haber usado tubos de oxígeno artificial, dado que por razones presupuestarias no pudo llevarlos. 

Según los montañistas más avezados, escalar del lado del Tibet es más complejo, por cuestiones climáticas y topográficas.

"Era una expedición de montañistas de todo el mundo. Al ser una expedición internacional mixta, no íbamos por la ruta tradicional. Cuando llegamos ahí, vimos que era una gran pared completa y de verdad me di cuenta de que era una gran montaña", recordó el mendocino Orona, a 70 años de la primera expedición que hizo cumbre en el techo del mundo.

Para Orona, el alcanzar la cima representó un "gran honor" y remarcó: "Lo importante de llegar a la cumbre es estar junto al equipo, porque uno puede haber llegado a lo más alto, pero si el éxito no se comparte, la gratificación no es completa".

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El mendocino Orona en el Everest. Hizo historia en el montañismo argentino.

Emoción, alegría, honor, incertidumbre y orgullo son algunas de las sensaciones que sintió Heber al escalar y conquistar el Monte Everest, como sucedió con el resto de los montañistas argentinos que tuvieron el privilegio de lograrlo y pudieron contarlo.

Todos, sin excepción, aseguraron que llegar a su cima genera "una sensación de inmortalidad", en la víspera del primer ascenso al punto más alto de la Tierra, logrado hace 70 años por el neozelandés Edmund Hillary y el nepalí Tenzing Norgay Sherpa.

El último viernes, las estatuas doradas de estos "dos simples y humildes caballeros", como los describió el hijo del nepalí, fueron descubiertas y bendecidas junto a la pista del aeropuerto Tenzing-Hillary en Lukla, la puerta de entrada para quienes quieran seguir sus pasos hasta la cumbre del Everest, que forma parte de la cordillera del Himalaya.

Uno de los argentinos que alcanzó la cumbre, a 8.848 metros de altura, fue Javier Remon, montañista de Bariloche, quien lo logró en mayo de 2021.

"Fue gratificante el poder escalar el Everest y hacer cumbre, porque es una experiencia única e increíble que no lo cambiaría por nada en el mundo", dijo Remon.

Más de 9.000 montañistas intentaron repetir la hazaña lograda por primera vez el 29 de mayo de 1953, representa un reto de resistencia y sacrificio, coincidieron los montañistas.

Además de la preparación física y mental que requiere subir la montaña, una de las principales dificultades se relaciona con los recursos, debido a que una expedición cuesta en promedio más de 50.000 dólares.

En el caso de Argentina, se estima que solo 30 montañistas lograron el objetivo de hacer cumbre en el Everest, y uno de ellos es Tomás Heindrich, que lo hizo desde el lado nepalí en 1995.

Para escalar el Everest, los deportistas argentinos aprovecharon las montañas del país para prepararse y aclimatarse a las condiciones climáticas.

"Por haber estado desde chico entre montañas, el estar en el Everest fue como estar en una oficina, porque las montañas están dentro mío. El montañista busca en su interior el temor controlable, porque nos gusta la incertidumbre, no saber dónde estamos yendo, tomar decisiones sobre la marcha y adaptarse a la circunstancia", afirmó Pablo Zelaya Huerta, de Tucumán, que escaló el Everest en el 2016, en el marco de una campaña solidaria sobre médula ósea.

Las sensaciones previas al escalar la montaña eran diversas para los deportistas debido a sus "nervios por desconocer la geografía de la montaña", pasando por "el temor ante un eventual inconveniente en las alturas", y hasta "la emoción de cumplir un sueño de toda la vida".

"Previo a escalar, mi familia tenía mucho miedo debido a los accidentes que ocurrieron en la montaña, pero yo estaba enfocada en cumplir mis sueños y hacerlos realidad", enfatizó Úrsula Díaz, montañista oriunda Catamarca, que actualmente vive en Nueva Zelanda, quien escaló la montaña en abril de 2013, y es una de las pocas mujeres del país en haber hecho cumbre en el Everest.

“Antes de subir, pensé en hacer un testamento, por las dudas”

"Cuando estaba en el campamento base, había pensado en hacer un testamento y luego de haberlo charlado con otras personas, pero en verdad, visto con los ojos de hoy, fue una exageración", reconoció en tanto Remon.

En una de las etapas, los montañistas deben esperar en el campo base, ubicado a 5.300 metros de altura, la celebración de la Puja, un ritual realizado por los sherpas donde se la invoca a la diosa Sagarmatha, Madre de los Cielos, pidiéndole permiso para escalar la montaña y regresar a salvo.

"Es una celebración donde viene un Lama, que es un sacerdote budista, que bendice a todo el equipo técnico que vas a usar durante la expedición", explicó Díaz.

Una de las principales complicaciones en la montaña asiática está relacionada con las condiciones climáticas, debido a que los escaladores se encuentran expuestos a temperaturas que pueden oscilar desde los -19° hasta los -45°.

"Tuve un momento a más de siete mil metros de altura, que se me empezó a congelar la máscara y la verdad es que fue muy complicado poder respirar. En ese momento estuve muy tenso porque debía descongelarlo cuando la temperatura era de -35°", recordó Remon.

Sobre este aspecto, Orona expresó: "Los momentos más difíciles eran las tomas de decisiones, porque simplemente estaba con poca gente y al ir sin tubos de oxígeno era muy complicado. Además, estaba tan exhausto que en un momento me puse como objetivo hacer treinta pasos para avanzar".

Los alimentos también fueron un factor primordial para afrontar esta expedición, en la cual los montañistas, en ocasiones, deben racionalizar o intercambiar objetos por comida para poder continuar.

"En los últimos días, casi nos habíamos quedado sin comida, por suerte tenía un pote de dulce de leche y se lo cambié al sherpa por un poco de carne y verdura, que me permitió aguantar", recordó Zelaya Huerta.

Sobre la experiencia de llegar a la cima, los montañistas representaron una sensación de satisfacción y orgullo el haber logrado alcanzar los 8.848 metros.

"Cuando llegué a la cumbre me sentí orgullosa de estar donde estaba y sabía que era mi propio mérito después de haber trabajado para estar ahí. En la cima tenía ganas de llorar, pero el frío congelaba mis lágrimas y eso me lastimaba el rostro. Ese momento genera una sensación de inmortalidad y sobre todo mucho amor hacia la montaña", reconoció Díaz, quien, en la cumbre, recordó a su madre, fallecida, mientras brindaba con bebida cola con sus compañeros.

Aunque las inclemencias del clima le impidieron a Zelaya Huerta llegar a la cumbre, el montañista se siente principalmente orgulloso de haber salvado a su compañera de expedición que había sufrido un golpe fuerte en la cabeza.

"Yo me quedo con el valor del intento de haber estado allí y de haber salvado la vida a un compañero como símbolo de esfuerzo y sentimiento", dijo orgulloso Zelaya.

Para Remon, llegar a la cima le generó "una alegría y una sonrisa interior y exterior espectacular. Hoy en día pensar en lo que hice me pone alegre y hasta eufórico".

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