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Ensayo

"Cómo hacen los pobres para sobrevivir": un libro lo responde y complejiza las estrategias

La investigación que realizaron Javier Auyero y Sofía Servián entre 2019 y 2021 puede leerse como una crónica e indaga sobre la vida cotidiana en un barrio del partido de Quilmes.

ensayo

El sociólogo Javier Auyero y la estudiante de antropología Sofía Servián caracterizan en "Cómo hacen los pobres para sobrevivir" las experiencias de los habitantes del barrio La Matera, del partido de Quilmes, para elaborar un análisis que puede leerse como una crónica y complejiza las formas de supervivencia de los sectores más marginados en las que se combinan trabajos precarios, ayuda del Estado, redes clientelares y acción colectiva.

Realizada entre 2019 y 2021, la investigación comenzó cuando Auyero, investigador y docente de la Universidad de Texas, radicado en Estados Unidos, y Servián, estudiante de ciencias antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, se conocieron y coincidieron en intereses y preguntas que motorizaron la dupla de trabajo.

La elección de La Matera tiene que ver con que Servián vive en uno de los barrios linderos, La Paz, y eso le permitió abordar las entrevistas y generar canales de confianza con los vecinos y familiares que ahora se transformó en este libro editado por Siglo XXI, sobre el que hablaron con Télam en un bar de San Telmo.


-Télam: ¿Cuándo dijeron "Esto va a ser un libro"?

-Sofía Servián: Tardó bastante, empezamos con la idea de saber cómo sobreviven los sectores más pobres. Cuando recolectamos la historia del chico que cuenta por primera vez que fue a robar, dijimos "acá hay un libro", porque estaba contando honestamente cómo fue y qué pasó. En esa entrevista me contó de p a pa toda la historia de su vida.

-Javier Auyero: Creo que se ha hablado de estrategias de sobrevivencia pero nunca se las ha mirado históricamente. Ahí pensamos, "a ver si nos animamos a esto".


-T: En el libro se preocupan por explicitar que no hay categorizaciones cerradas, como que el clientelismo se da de una sola manera, ¿qué pasa con la representación política en el barrio? ¿Hay posibilidad de cambio concreto a través de la política?

-J.A.: Si la gente que entrevistamos ve en la política una herramienta para la transformación, la respuesta es no. Ve una herramienta para mejorar sus propias condiciones de vida y adquirir recursos del Estado. Tienen una visión instrumental de la política, no es la idea de lo que uno ve en las redes sociales, esto de que hay agregación de voluntades para la transformación. Hay altos niveles de cinismo en relación a la política. Si me preguntás a mí es una versión muy realista de la política, porque es lo que hay. Como sociólogo sigo creyendo que la política es la herramienta de cambio pero a pesar de lo que yo quiera ver, encontramos que la política es esto.

-S.S: Contra la idea de que los pobres no entienden la política o votan con la panza o el bolsillo, acá se ve que entienden mejor que nadie la política porque la entienden como una herramienta para obtener un plan social, trabajo en el municipio, sobrevivencia material en un barrio donde el Estado está presente de un manera muy ambigua, compleja, que no les alcanza y donde el trabajo informal está muy presente. La política es una presencia más para poder llegar a fin de mes.

-J.A.: Es me asocio con X porque con X puedo mejorar la canchita del barrio, con Y me asocio porque me financia el comedor, sé que X no me puede ver con Y. Reiteradas experiencias negativas con la policía, sería un milagro que hubiese otra visión de la política.


-T: A su vez se construye la memoria de ese barrio con lazos fuertes con la política.

-J.A.: Sí, yo hablaba de la política partidaria, la popular hizo ese barrio. Si uno toma la definición de la política como la disputa por recursos en la que una de las partes de esa disputa es el Estado, aquí hay política todo el tiempo. Han resuelto el tema de vivienda y de tierra por medio de la política, le guste a quien le guste. Con la política partidaria es otra cosa: las mujeres del comedor te dicen "nosotras no nos casamos con nadie, tenemos que seguir dando del comer a la gente".

-S.S: Más que la política como herramienta de transformación lo que aparece es la acción colectiva porque la política les dio recursos pero no les regaló nada. Tuvieron el colegio, el CIC, el jardín, las casas porque fueron a cortar calles, a hacer piquetes en una época en la que todavía no se hacían. Entonces sí, el Estado está presente pero no les regaló nada, fueron a buscarlo.


-T: Esas acciones colectivas siguen presentes hoy además.

-S.S.: Si les preguntás te van a decir que no, que el barrio en algún momento fue más unido, como durante la toma de tierras, y que ahora la gente no está tan unida pero cuando ves lo que pasa en el comedor te das cuenta de que hay mujeres que por dos pesos están sosteniendo a los pibes del barrio, entonces la acción colectiva está presente.

-T: Relatan una escena en la que van dos dirigentes, uno de izquierda y otro peronista, a negociar algo con un ministro y con el peronista hay posibilidad de acuerdo, de negociación. Ahí se evidencia una memoria de historia compartida entre el peronista y el funcionario que a su vez en un momento asume esa demanda y para impulsarla ante sus autoridades empuja también la movilización...

-J. A.: Esa instancia de política popular es muy común en el conurbano bonaerense, no es que dijimos "ah esto es un ejemplo extremo". Es muy común que manos del Estado operen sobre la acción colectiva. Eso ilustra cómo es la política popular en buena parte de América Latina: no está la protesta por un lado y el Estado por otro, hay muchos más vasos vinculantes, no son fenómenos separados.
 

Foto Cris Sille
Foto: Cris Sille.


-T: ¿Cómo impactó la pandemia?

-S. S.: El comedor tiene una historia de 30 años y cuando sucede la pandemia fue elegido por el municipio como un punto solidario, es decir, que usó el lugar para bajar mercadería. Esto demuestra que estos lugares son un puente que sostiene cuando el Estado no llega, porque no puede llegar a todos lados, y necesita de estos centros comunitarios. En ese caso el municipio confiaba en que estas mujeres sabían quiénes necesitaban y quiénes no la mercadería, ellas se encargaban de elegir a las familias más necesitadas.

-J.A: Si uno piensa que la gente combina estrategias para sobrevivir y combina trabajo precario, ayuda del Estado, redes clientelares, acción colectiva, emprendimientos ilícitos, en pandemia la gente es más empujada a apoyarse en el Estado porque las otras fuentes estaban muy limitadas. No se podía salir a trabajar entonces, por un tiempo, en el presupuesto de la familia empieza a tener más lugar el presupuesto del Estado.


-T: ¿Hay identidades políticas que prevalezcan?

-J.A.: El conurbano, como toda América Latina, como es tan desigual es tan beligerante, es las dos cosas al mismo tiempo. Si uno pone el énfasis en la desigualdad y la informalidad pierde de vista que también es muy beligerante, que tiene mucha protesta, son las dos cosas al mismo tiempo. Hay altísimos niveles de organización colectiva, comunitaria y muchas veces el soporte organizativo de esa acción colectiva, en los últimos 30 años en la Argentina, está en algunos casos vinculados a actores del Estado. Es difícil pensar que está totalmente divorciada de los recursos que el mismo Estado provee, esto no es condenar ese accionar, es reconocer que la acción colectiva en cualquier lado del mundo necesita recursos porque para hacer una protesta, ir a una marcha. Es la historia de la acción colectiva: necesita recursos. En el caso de la acción colectiva en el conurbano en los últimos 25 años una parte provienen del propio Estado, eso hace que sea una acción colectiva muy particular.


-T: La educación sigue siendo central como herramienta de ascenso social. ¿Son las mujeres las que parecen sostener esa premisa, no?

-S.S.: Sí, sobre todo las mujeres siguen creyendo en la educación como factor de ascenso social independientemente de lo que después suceda o lo que haga la escuela porque después la escuela funciona bastante mal. Ellas siguen creyendo en la educación como herramienta para salir adelante. Después vemos que hacen un esfuerzo para que asistan a un colegio y en lo posible, si se puede, que sea episcopal como el que fui yo. En esta campaña que se discute tanto si planes sí, planes no, bueno, yo fui al colegio gracias a un plan social. Pude hacer el CBC porque cobraba el Progresar que me permitió asistir a clases y fue super importante. El problema es que la escuela pública, acá por lo menos, tiene pocas clases. Es la instancia que debería contener cuando la familia no puede.

-J.A.: Siguen valorando la educación pese a que el sistema educativo parece que los ha abandonado, lo mismo que la sociedad, que ha abandonado la esperanza en ellos. Esto puede sonar medio populista pero ellos siguen en ese camino. No tienen otros valores, lo que tienen son otras oportunidades. Uno puede decir que los pobres están marchando y sí también están escribiendo libros. El discurso político se parece porque unos lo realzan, otros lo condenan pero todos hablan de una diferencia radical. Si ponés un poco de atención no la hay en las aspiraciones, en los sueños, en lo que quieren para el hijo.


-T: No solo respecto a la educación, en general son las mujeres las que sostienen el comedor, la vida del que está en la cárcel, la comida diaria de los hijos.

-J.A: Son las tareas de cuidado: cuidan a la familia, salen a trabajar, se ocupan del trabajo comunitario. Hay mujeres que hacen tareas de cuidado durante 14 horas al día y muchos tienen el tupé de decir que esas mujeres no trabajan, de hecho el Estado les paga un incentivo. Trabajan mucho más que cualquiera de nosotros.
 

Foto Cris Sille
Foto: Cris Sille.

SOFÍA SERVIÁN Y JAVIER AUYERO HABLAN SOBRE EL PROCESO DE TRABAJO DE SU INVESTIGACIÓN EN LA MATERA

Con 48 entrevistas en profundidad y 22 telefónicas realizadas durante la pandemia, Javier Auyero y Sofía Servián llevaron adelante un trabajo que busca desnaturalizar certezas para, en cambio, "comprender e interpretar las maneras en que las personas, solas o en grupo, les dan sentido y lidian con la desigualdad y la destitución", aseveran en las primeras páginas de "Cómo hacen los pobres para sobrevivir", el libro que escribieron juntos.

-T: Se explicita la forma de trabajo y cómo se tomaron decisiones en función de la formación y los recorridos de cada uno. ¿Qué sienten que les aportó el otro en su trabajo?

-S. S.: Cada vez que yo no podía ver algo Javier me decía no, es por acá, fíjate, lee esto. Fue importante alguien de afuera y alguien de adentro para impulsarse mutuamente. En mi caso, cuando empecé tenía 20 años, estaba en primer año de la carrera. La metodología se ve recién en cuarto año y yo ya estaba haciendo entrevistas. Me ayudó mi formación académica pero si hoy quisiera hacer trabajo de campo en mi barrio completamente sola, sería mucho más difícil, me llevaría mucho más tiempo poder despojarme de todos mis prejuicios, mis sesgos por ser del barrio.

-J.A.: En mi caso teniendo trabajo etnográfico previo tenia experiencia de cómo se hacían entrevistas y observaciones pero en este caso en particular, Sofia me dejaba ver a un nivel casi granular cómo funcionaban las estrategias, cosa que para un antropólogo, etnógrafo, un sociólogo se demora mucho tiempo en adquirir esa confianza. Ese paso estaba sorteado porque hablaban con ella como vecina, como amiga, eso por un lado. Por otro, a mí me ayudó a ver mejor, a ver más profundamente. Me ayudó también a cuestionar de parte de Sofía. Por ejemplo, pensé que sabía cómo funcionaba el clientelismo y ella con sus observaciones, sus preguntas me generó ruido en esa manera de ver.

-T: ¿Cuáles reconocen como los mayores obstáculos y desafíos?

-S.S: En mi caso fue más metodológico, ser mujer implica ciertos obstáculos. Era más difícil hablar con los hombres, había cosas que no querían contarme, ponían limitaciones pero a la vez ser mujer me permitió ir al comedor, abrir esas puertas porque eran todas mujeres.

Cualquier persona que va a hacer un estudio antropológico cuando va a hacer trabajo de campo tiene miedo que al hacer las entrevistas la gente no hable, no le cuente y estos sectores, que siempre han sido relegados, marginados, tienen una necesidad de contarte su vida, su historia.

-J.A.: En ciencias sociales muchas veces se escribe para que nadie lea. En este caso, intentamos escribir para que a alguien le importe y quiera seguir leyendo. Investigar bien tiene que ir de la mano con escribir bien.

Al principio, por un tema metodológico, el tema era ver el detalle de los presupuestos y gracias a la confianza que demostraba Sofía le dieron acceso a eso entonces queríamos ver de qué se compone un presupuesto. Eso fue un desafío. Hablar de los grupos marginados siempre implica un riesgo: o los resaltás y son héroes maravillosos que están combatiendo contra la injusticia o están hechos pelota, rendidos y navegar eso en la escritura siempre es muy difícil porque tenés la tendencia a realzar este aspecto u otro. Quisimos contar desde muestra perspectiva teórica pero siempre contar las cosas como son es problemático porque no satisfacés a nadie: ni a la gente del barrio, ni al académico, ni al nacional y popular ni al otro pero es un riesgo que hay que tomar.

-T: Cuentan que el título del libro iba a ser "Soñar con milanesas" y decidieron cambiarlo. ¿El que quedó sintetiza, representa, el trabajo?

-J. A.: El original original era "Cómo siguen sobreviviendo los marginados" porque hay un texto clásico que seguimos usando de referencia que se llamaba como sobreviven los marginados, está escrito en los años 70, justo se cumplen 50 años del trabajo de campo original hecho en México. Nos propusimos hacernos la misma pregunta pero a la editorial no le gustó, no le gustan los gerundios en los títulos, nos sugirieron esto y dijimos ok. El otro sonaba muy académico.

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