Historias de por acá
El kiosco de la esquina, el almacén del barrio, la peluquería donde nos llevaba papá… el colectivo que nos tomábamos para ir y volver de la escuela. Esas cosas nos han hecho ser lo que somos. Son nuestro origen, lo que nos define, nuestro ADN. Al menos así ocurre en este país tan sanguíneo y melancólico, que no entendemos ni siquiera los que nacimos aquí.
Si preguntamos en Mendoza qué es El Fifí, habrá un montón a los que los recuerdos se le vendrán en tropilla. La palabra fifí, que para el lunfardo es un sujeto delicado hasta la exageración, para el mendocino es otra cosa, al menos para los que andan por las seis décadas o más.
El Fifí fue la línea de colectivos esencial, la única para el territorio de Mendoza hacia el Este, que resolvió por muchos años (mediados de la década del '40 hasta comienzos del '70) la vida de casi todos. 
Una historia. Simple, común, pero suficiente.
Segunda mitad de los '60. Rómulo vive en San Martín. Es un hombre joven, hijo del mejor sastre del pueblo. Es bancario y trabaja en la sucursal del Banco Nación, de Rivadavia y llega hasta allí en El Fifí.
Silvia es una muchachita apenas. De tres hijos, la única hija mujer de Vicente, el maestro del pueblito de Los Árboles, en Rivadavia. Estudia bellas artes y viaja a la facultad, en Mendoza. Va y vuelve en El Fifí.
Rómulo y Silvia viajan a veces en el mismo colectivo y casi siempre se ven de lejos. Hasta que un día, en El Fifí, logran la cercanía y conversan.
Después viene un noviazgo, casamiento, cuatro hijos, (esta vez es al revés, un solo varón y tres mujeres), nietos, bisnietos, más de cincuenta años de casados; familia que comenzaron a construir en el Barrio San Pedro en 1971, siendo una de las primeras cinco parejas que se afincaron en lo que sería después uno de los barrios más emblemáticos de San Martín.
La historia de Rómulo y Silvia no tiene condimentos heroicos ni grandes aventuras. Tiene si tantos dramas y alegrías como la de cualquier familia. Pero son el ejemplo perfecto de todo lo que puede suceder, de todo lo que sucedió, en una línea de transporte público mendocina, argentina, tan definitoria de una identidad nacional.
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El fundador de El Fifí fue Guido Badaloni, originario de la ciudad italiana de Ancona, que llegó a Mendoza a mediados de 1920.
En 1940 compró su primer camión y cuatro años después creó su primera empresa de ómnibus: El Fifi.
Al poco tiempo se asoció con Cayetano Caruso, formando la empresa Badaloni – Caruso.
A la familia Badaloni no es difícil seguirle el rastro: es la dueña de Andesmar, la empresa de transporte terrestre de pasajeros más grande del país.
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El Fifí recorría la mayoría de las rutas y caminos del Este de Mendoza y hacia la capital provincial. Después, a comienzos de los '70, fue reemplazado por las empresas CITA, TAC y otras, pero ya nada fue lo mismo.
