MENU
ZAFIRO 89.5 EN VIVO Radio Zafiro

MENDOZA 13°C

MENU

13°C

89.5
Historias de por acá

La señora de Santilli o las dificultades de los mayores para seguir el ritmo de las tecnologías

Una serie de llamadas equivocadas que terminan resultando graciosas pero que marcan lo difícil que resulta para las personas mayores adaptarse a los constantes avances tecnológicos y al cambio de costumbres.

teléfono vintage

¿Qué habrá sido de la vida de la Negra, de su esposo Santilli y del doctor Gandolfo? Hace mucho que no llaman. Ahora que las recuerdo, fueron agradables esas tardes absurdas, mientras yo intentaba resolver el día laboral escribiendo alguna nota para el diario. 

“¿Qué tenés hoy?”, me habían preguntado a la mañana desde la redacción. Yo había propuesto alguna nota que en ese momento me había parecido genial y fácil de resolver pero que, por la tarde, se asemejaba a parir en el baño de un avión.

Fue justamente una de esas tardes cuando entró aquel primer llamado a mi teléfono celular, de un número que decía “privado”.

─¿Hola?─ dije

─¿Doctor Gandolfo?─ preguntó una voz de mujer, indudablemente entrada en años.

─No, señora─ y no me dio tiempo a más. Cortó instantáneamente.

Pasó un rato hasta que entró el siguiente llamado.

─Hola ─dije.

─Hola, ¡¿quién habla?! ─dijo la mujer, impaciente. 

─Enrique ─contesté sin ánimo de discutir, aun sintiendo que primero tendría que haberse presentado ella.

─¡Ahhh! ¡Hola, doctor!, soy la Negra, la mujer de Santilli.

─No, señora, no soy el doctor Gandolfo.

─Ahhh! Disculpe... pero… ¿está seguro de que usted no es el doctor Gandolfo? ─desconfió.

─Sí señora, estoy seguro.

─¡Ahhh! Porque capaz que es, pero no me quiere atender...

─Estoy seguro, señora ─y volvió a cortar, sin despedirse.

Pasaron varios días, quizás unas dos semanas. Ya me había olvidado de la Negra. Pero la señora insistió.

─Hola, ¿quién habla? ─dijo, sin esperar a que yo dijera nada. Reconocí la voz.

─Enrique, ¿y ahí quien habla?

─¡Hola, doctor! Habla la Negra, la señora de Santilli.

─No, señora, ha marcado un número equivocado.

Hizo silencio y colgó, otra vez sin despedirse.

El teléfono volvió a sonar a los 15 segundos.

─Hola, ¿quién habla?

─Enrique, señora.

─¡Hola, doctor! Habla la Negra, la señora de Santilli.

─No, señora, no soy doctor.

─Pero, ¿usté no me dijo que era el doctor Gandolfo?

─No, señora, yo le dije que me llamo Enrique.

─¡Por eso…!

─Mire señora, me llamo igual que su doctor parece, pero no lo soy. Usted debe haber agendado mal el número por algún motivo.

Imaginé mi nombre y mi número garabateado en una caja de remedios vacía, pero no pude ni siquiera suponer porqué estaba anotado ahí, en la mesa de luz de la familia Santilli.

─¡Ahhh!, pero, ¿usté no es Gandolfo? Yo soy la Negra… ¡la señora de Santilli! ─insistió.

─No, señora. No soy. 

─Bueno, no sé qué pasa con estos teléfonos, disculpe! ─Tuuut…tuuut…tuuuut.

Dos semanas después se produjo el cuarto llamado, también a la tarde.

─Hola, ¿quién habla?

─Enrique… 

─¡Hola, Enrique! Habla la Negra. ¿Te puedo hacer una pregunta?

─Sí.

─¿En el otro ojo me va a pasar lo mismo que lo que me pasó con este?

─¿Usted con quién quiere hablar?

─¿Usted no es el doctor Gandolfo?

─No, no soy.

─¡Ahhh! ¿usted es el mismo señor del otro día?

─Sí.

─¡Me cago en la mierda! No sé qué pasa… Discúlpeme ─y colgó.

Apenas treinta segundos después, volvió a llamar.

─Hola, ¿quién habla? ─preguntó la Negra, la señora de Santilli.

─Enrique.

─¿El mismo de recién?

─ Sí.

─¡Uh! ¿Usted sabe por qué lo llamo siempre a usted y no puedo hablar con mi oculista?

─Debe tener agendados dos Enriques. Uno soy yo y el otro es su oculista.

─Pero… ¿su teléfono es 0263…? 

─Sí.

─¿Y usted no es el doctor Gandolfo?

─No.

─¿No me está mintiendo?

─No, señora. 

─Entonces no sé. Discúlpeme. En un rato llamo al fijo de su consultorio…  ─y cortó.

Han pasado varios meses, quizás más de un año. La Negra no ha vuelto a llamar. Estoy preocupado por ella y su marido. 

Suscribite al newsletter

Todas las noticias de Mendoza y del mundo en tu correo