Historias de por acá
─Acá tengo la parada de micros a tres kilómetros. Para hacer cualquier cosa hay que caminar eso, ida y vuelta. En cambio, con la motito te vas de un pique y volvés. En una escapada, llevás a los chicos a la escuela y todo. Es cómoda, por más que sea medio peligrosa ─dice Rubén Gutiérrez, que tiene 43 años, tres hijos chicos y vive en Algarrobo Grande, en Junín.
Su caso es el de tantísimos en la zona rural y suburbana, que ven en “la motito” la solución a sus problemas de movilidad. Al menos la solución posible.
Lo mismo pasa en los barrios de las ciudades. La moto resuelve casi todo y, lo que no resuelve, lo resolverá con un poco de esfuerzo: Ninguna tiene para cargar nada, pero las bolsas del supermercado van en ella, las herramientas del trabajo, lo que sea. “Es cuestión de ir con cuidado”, dice Juan Barceló, que vive en Villa del Carmen, un barrio de San Martín.
─Acá en el campo todos tenemos moto, creo. Vino a reemplazar al caballo, ¿vio? Yo todavía tengo un matungo, pero por puro gusto. Las cosas las hago en moto, total acá no es peligroso. Lo peligroso de andar en moto es en la ciudad o las rutas ─cuenta Reinaldo Mamani, que vino hace muchísimo de Jujuy y se quedó viviendo al límite del secano, entre Santa Rosa y Lavalle, criando cabras.
Las motocicletas, especialmente las de baja cilindrada, vinieron a resolver el problema de muchos. Con buenos precios para la compra y bajo costo de mantenimiento, resuelven las necesidades de movilidad de una gran franja de la sociedad.
Esto ha hecho que la venta de motos siga aumentando año tras año. En 2022 se patentaron 411.000 unidades nuevas en la Argentina, casi un 8% más que el año anterior, y hace unas semanas el gobierno nacional potenció un plan con facilidades de compra, para ese número siga creciendo.
Pero lo que también crece en igual proporción son los accidentes en dos ruedas.
Como ejemplo, y para utilizar estadísticas oficiales, en el primer cuatrimestre de 2022 se produjeron en el país 1.339 personas fallecidas en accidentes viales, solo contando los fallecidos en el lugar del accidente. El 43 por ciento de ellas eran motociclistas, la mayoría hombres menores de 35 años, es decir personas en plena capacidad laboral. 
Lo que no reflejan las estadísticas es la cantidad de heridos que han quedado con secuelas permanentes ni tampoco los que han fallecido después como consecuencia de esos accidentes.
El 25 por ciento de los protagonistas de estos accidentes no llevaba casco y en cuatro de cada diez accidentes no intervino otro vehículo, es decir, se accidentaron solos, lo que también indica la inexperiencia del motociclista o el mal estado de rutas.
─Mire, yo se lo peligroso que puede ser, pero es la manera que tengo para resolver las cosas. No me alcanza para comprar auto y la moto me resuelve un montón la vida de todos los días ─dice Rubén en Algarrobo Grande.
Lo cierto es, guste o no, que el aumento de motos en las calles y rutas no ocurre porque haya más amantes de las motos, sino porque hasta ahí llega el bolsillo del que necesita un medio de movilidad propio.
Por este mismo motivo, las medidas de seguridad del motociclista, también se miden con el bolsillo.
En una moto muchos llevan, en un solo viaje a la escuela, a todos sus hijos. Más de dos, más de tres. Claro, la mayoría viajará sin casco. Incluso la mayoría de los motociclistas, al comprar un casco, tendrán que merituar el precio más que la calidad.
La regla es que el motociclista debe utilizar un casco homologado, que garantiza que superó diversos ensayos de laboratorio, donde se verificaron sus prestaciones de seguridad.
Además, los cascos se clasifican por talles. Los niños que van a la escuela usan el que está a mano. Es difícil que una familia pueda comprar cascos de niño. Esto hace genera el riesgo de que, en caso de un accidente, el casco salga despedido y no cumpla su función.
Hoy se puede comprar una motocicleta por $300.000. Es algo posible para resolver un gran problema. La tentación es grande.
El problema siempre son las tentaciones.
