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Epopeya

El retorno a la Patria del General San Martín

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Según la tradición sanmartiniana el 29 de Enero de 1823, al pie del paso del Portillo (hoy manzano histórico – entonces cajón del Manzano) San Martín de regreso del Perú, luego de su histórico renunciamiento, habiendo partido de Chile a mediados de enero, se encontraba con el otrora cadete del regimiento de granaderos a caballo, entonces Coronel Manuel Olazábal quien en conocimiento de la llegada de San Martín a Mendoza había salido a su encuentro para recibirlo, al bajar este, la cumbre de los Andes. El monumento “Retorno a la Patria” (obra del escultor argentino Luis Perlotti, y que fuera erigido entre 1949 y 1950) recuerda aquel emotivo encuentro.

Por lo general los monumentos sirven como símbolo o recordatorio de las glorias o acciones pasadas de quienes son sus protagonistas, así pues estamos acostumbrados a encontrarnos en distintas ciudades del mundo y en especial Argentina con la estatua ecuestre del Gral. San Martín con su uniforme, caballo de batalla y sable en mano como muestra de sus glorias militares, sus hazañas personales y epopeya trasandina. Sin embargo el monumento enclavado al pie de los Andes, en el Manzano Histórico más allá de destacar los valores de solidaridad, amistad y humildad, representa un valor mucho más trascendente y necesario de rescatar en estos días y que es nada menos que el renunciamiento del Padre de la Patria.

Así como la estatua ecuestre que citamos anteriormente representa al San Martín victorioso luchando por un sueño: la Independencia de América, el Manzano Histórico trasunta al hombre que logra vencerse a sí mismo, aquel que renunciando a todo poder, honores y riquezas decide auto excluirse voluntariamente de la vida publica consciente de que su obra ha terminado, pues al decir de sus propias palabras: “Presencie la declaración de la independencia de los Estados de Chile y del Perú, existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar el imperio de los Incas, y he dejado de ser un hombre público; he aquí recompensado con usuras diez años de revolución y guerra. Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos... mi existencia misma la sacrificaría antes de echar una mancha sobre mi vida publica; que se pudiera interpretar por ambición... “

El hombre que había decidido la suerte de estados opulentos vuelve sin más afán y ambición que el de descansar en su ínsula cuyana luego de tantos años de penurias, sacrificios y desvelos. Mostrando de esta forma nuevamente el estoicismo de sus principios y la coherencia entre sus pensamientos, palabras y acción, que lo distinguirían durante toda su vida. Así volvía el conductor de hombres transformado ahora en un criollo de palabra y un hombre sencillo que solo aspiraba la fraternidad de sus compatriotas.

En su última travesía del cruce del coloso andino montado en una mula zaina, cubriendo sus sienes un guarapón de paja de Guayaquil (sombrero aludo) y cubierto su cuerpo cansado por un chamal (poncho chileno), símbolos casuales de su “Patria grande americana”, representa sin duda la magnitud de su gesta independentista.

Por Juan Marcelo Calabria

(Del Libro: #SanMartínModelodeLíderAmericano)

Pintura de Fidel Roig Matóns "Regreso del General San Martín, predispuesto al ostracismo, y encuentro con Olazábal en la cumbre del Portillo".

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