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Día Mundial del Malbec

La "trampita" de San Martín para demostrar la supremacía de los vinos mendocinos

El autor nos cuenta una anécdota costumbrista de aquel San Martín que alguna vez, en Mendoza, soñó terminar sus días cultivando una chacra.

general josé de san martín

En Vendimia, tradición y cultura se conjugan en la “Tierra del Sol y del Buen Vino” convirtiendo los primeros meses del año en una época mágica cuando empieza a palpitarse palmo a palmo y en cada rincón de la «que acunó la libertad» -como reza el canto mendocino- los aromas y destellos de nuestra Fiesta Mayor, el homenaje por excelencia que rescata y valora las virtudes de la actividad y producto emblemático de Mendoza: El vino; el buen vino.

Si bien es cierto que la Vendimia con toda su liturgia y tal como la conocemos tuvo su lugar en el calendario oficial escribiendo su página en la historia a partir de abril de 1936, con algunos antecedentes cercanos en 1913; lo cierto es que por 1800 se realizaban celebraciones en la provincia donde el vino y las mujeres eran los principales protagonistas, destacándose entonces el lugar preponderante que el «elixir de Baco» tenía entonces en nuestra provincia. Si queremos profundizar aún más en la historia del vino, del buen vino, podemos remitirnos a una pequeña anécdota sanmartiniana en la que se destaca la calidad y «supremacía de nuestro vino mendocino» y que tiene lugar en un momento de gran trascendencia en la vida del Libertador de América.

Luego de su renuncia al Protectorado del Perú y de una breve estadía en Chile, José Francisco de San Martín regresaba a Mendoza, encontrándose entre el 29 de enero y 3 de febrero de 1823, en el actual Manzano Histórico, con su antiguo camarada el coronel Manuel de Olazábal, y en su compañía se dirigirá a su Tebaida - La Chacra de los Barriales-, hoy Departamento de General San Martín, ciudad que aceptaría delinear (fundar) meses después.

general josé de san martín
 

En su pequeño fundo, Pepe iniciará su etapa de chacarero, meditando sobre los días pasados, ocupado en las plantaciones de trigo y alfalfa, en la cría de ganado y sus caballos de paso.

Pese a su firme decisión de no intervenir más en la vida pública, la política lo seguirá hasta su oscuro retiro e incluso llegarán hasta allí los ecos de la maledicencia y la desconfianza provenientes desde Buenos Aires. Sin embargo, retirado de los «oropeles del poder», José de San Martín creerá cumplido su sueño de vivir como agricultor en su querida tierra, como un mendocino más, y precisamente en esta faceta de mendocino queremos retratarlo a través de una simple anécdota que recuerda el otrora oficial de Granaderos a Caballo y su leal amigo, el entonces Coronel Manuel Olazábal quien nos cuenta lo siguiente:

«Durante su permanencia en Mendoza, llegó allí de Chile y de tránsito para Buenos Aires un Señor Mosquera, colombiano, y D. Antonio Arcos, antiguo jefe de Ingenieros del Ejército de los Andes. Uno de los muchos días que comía con el general, lo hallé en su dormitorio con una pequeña imprenta sobre la mesa y cuatro botellas de vino, timbrando unos papelitos como los que traen los licores. En el momento que entré, me preguntó: – ¿A que no adivina usted lo que estoy haciendo? No señor le respondí. – Pues vea usted: Cuando pasamos a Chile en 1817, dejé en mi chacra unas cincuenta botellas de vino moscatel, de uno riquísimo que me había regalado don José Godoy.  Don Pedro Alvíncula Moyano, que, como Ud. sabe, corre con la chacra, me trajo una docena de estas botellas. Hoy tendré a la mesa a Mosquera, Arcos y a Ud. y a los postres pediré estas botellas y ud. verá lo que somos los americanos, que en todo damos la preferencia a lo extranjero. A estas botellas de vino de Málaga, les he puesto de Mendoza, y a las de aquí, de Málaga.

Efectivamente, después de la comida, San Martín pidió los vinos diciendo: Vamos a ver si están uds. conformes conmigo sobre la supremacía de mi vino mendocino. Se sirvió primero el de Málaga con el rótulo de Mendoza. Los convidados, dijeron a lo más, que era rico vino pero que le faltaba fragancia. Enseguida, se llenaron nuevas copas con el del letrero de Málaga, pero que era en realidad de Mendoza. Al momento prorrumpieron todos diciendo: – ¡Oh! hay una inmensa diferencia, esto es exquisito, no hay punto de comparación. El general soltó la risa y les lanzó “Ustedes son unos pillos que se alucinan con el timbre”, y enseguida les contó la trampa que había hecho.»

La célebre anécdota que recordamos nos muestra una de las facetas de la personalidad sanmartiniana más sencillas y simpáticas, pero que descubre también su sabiduría: a través de un pequeño chasco entregaba a sus invitados una magistral enseñanza sobre la importancia de los tesoros de la joven patria americana y la necesidad de valorar más lo propio que lo extraño.

También nos recuerda y permite rescatar la antigua tradición sobre la calidad de los vinos mendocinos que, como podemos ver, hasta el mismo San Martín destacaba.

En un mes cargado de tradición vendimial y también repleto de efemérides sanmartinianas, los invitamos a disfrutar - a mendocinos y turistas- de la tierra del sol y del buen vino, aquella que acunó la libertad de la mano de uno de sus primeros gobernadores e ilustre vecino, el Libertador José Francisco de San Martín.

 

(Del Libro San Martín, Modelo de Líder Americano, 1ra. Edición. Bs. As. 2014)

Notas:

  • Pintura: estudio de expresión para el cuadro “Regreso del Gral. San Martín, predispuesto al ostracismo, y encuentro con Olazábal en la cumbre del Portillo”, 1943. Autor: Fidel Roig Matóns. Original en Pinacoteca Sanmartiniana “Fidel Roig Matóns”, Palacio del Concejo Deliberante de la Municipalidad de Mendoza.
  • Leé todo el artículo en San Martín y los vinos mendocinos en: @SanMartínModelodeLíderAmericano

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