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El Ni Una Menos y la construcción de una democracia más feminista

En Argentina 1 de cada 2 mujeres atravesaron en algún momento de sus vidas violencia en el ámbito doméstico.

Violencia de Género

Estamos a horas de salir a movilizarnos, una vez más, contra las violencias y femicidios. A ocupar las calles para posicionarnos, una vez más, contra aquellas desigualdades sociopolíticas, económicas y culturales. En el país donde 1 de cada 2 mujeres atravesaron en algún momento de sus vidas violencia en el ámbito doméstico y que en el 2022 registró un femicidio/transfemicidio cada 39 horas, salimos a decir, una vez más, que no existe salida a la crisis sin nosotras, ni puede existir democracia sin nosotras.

La 8va. movilización del Ni Una Menos es especial porque nos encuentra celebrando 40 años de democracia ininterrumpida. Sin dudas, los movimientos feministas han sido fundamentales en la refundación y fortalecimiento del Estado democrático. Entendemos que la democracia no es meramente un conjunto de instituciones y leyes, sino un sistema sociopolítico que trabaja por la distribución y justicia social. O eso debería ser, y los movimientos feministas han estado siempre a la vanguardia promoviendo cambios que amplíen derechos y creando una sociedad más justa, más equitativa, más vivible para todas, todos y todes.

Democratizamos el espacio público cuando, bajo consignas como Ni Una Menos, visibilizamos la violencia y comprometemos a la sociedad a actuar. Y es un retroceso a las épocas más oscuras de nuestra historia lo que hoy estamos viviendo en las amenazas a periodistas feministas o en los crecientes niveles de violencia que se ejercen contra las mujeres en el ámbito político. Cada discurso negacionista es, también, un discurso misógino, racista y xenófobo que tiene como objetivo volver a silenciarnos.

Según el último informe publicado por la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Nación, “la evolución de la distribución de femicidios directos se mantuvo relativamente estable entre 2017 y 2019, teniendo un leve descenso desde 2020 a 2022”. No es casual que sea desde el 2020 que contamos con un Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad que jerarquizó políticas para prevenir, atender y erradicar la violencia de género. En la investigación “Es por Acá: construyendo políticas contra las violencias en el territorio” (ELA, 2022) se evidenció el impacto positivo que los programas como el Acompañar tienen en la vida de quienes sufren violencia. Queda mucho por seguir mejorando y estamos lejos de conformarnos con una “leve” reducción de los femicidios, pero la eliminación de estos programas que ayudan a las mujeres y LGTBIQ+ a romper el circulo de la violencia solo puede empobrecernos social y económicamente.

Hoy nos enfrentamos con la amenaza real de un retroceso. Este 3 de junio no es uno más. En un año electoral en el que se conmemora la democracia que supimos construir y defender, volvemos a movilizarnos para decir que nuestro derecho a la vida no es negociable. No existe democracia posible ni salida de la crisis económica si no se atacan las causas más estructurales de la desigualdad social y la violencia de género. Lejos de ser opcionales, las políticas contra la violencia de género deben ser una prioridad.

Por Agustina Rossi, socióloga e investigadora del Área de Políticas del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA). Autora de “Nunca seremos las mismas” (Ediciones LEA).

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