Tres veces campeón
PEQUEÑAS SABIDURÍAS DEL FÚTBOL ARGENTINO: Tres Técnicos Campeones (Tercera parte)
Cada jugador es una pieza fundamental del equipo a partir de la función que le toca cumplir, simbolizada por el número de camiseta, para armar un destino común desde su capacidad y experiencia individual aportada al grupo, desarrollando su oficio para su posición ideal dentro del campo de juego. .
Ese destino no se elige demasiado. Desde un principio el jugador entiende donde las cosas le salen bien y donde no, ubicándose en cancha. Encuentra donde resulta eficaz y al mismo tiempo es feliz, donde sabe y le gusta jugar, donde sirve.
Aparecen los que nacieron para “diez”, creativos por izquierda, zurdos o no, que saben pensar y sorprender, pateadores de tiros libres, gambeteadores expertos, creativos sorprendentes convirtiendo goles o dando asistencias de gol. Aparecen los centro delanteros, esos “nueve” con su olfato de gol, ubicándose en el sitio y momento oportuno para definir en el arco contrario, sea de cabeza, con el empeine o la punta del pie si fuera urgente, ingresando al área grande o capturando el balón en una baldosa del área chica. Aparecen los que se la bancan jugando de “cinco”, parados en el centro del campo inmenso, lejos de los bordes y sin embargo llegando a quitarle la pelota al rival más hábil y veloz que se acerque por derecha o por izquierda. Aparecen esos defensores simples y veloces que serán marcadores laterales o marcadores de punta, jugando pegados a la raya gran parte del encuentro, por su banda, proyectándose y regresando, incansables. Y alguno nació para atajar también, ese singular del equipo que puede usar las manos y los pies, que además de salvarnos del gol rival sabe salir jugando con un voleo adelante mejor que nadie.
Cada posición resulta importante e influye de manera decisiva a cada paso del juego. Estas sencillas sabidurías supieron transmitir a sus jugadores estos tres directores técnicos con los que ganamos la Copa del Mundo. Y al mismo tiempo transmitieron fútbol al pueblo que puede venir confundido con noticias que opacan el comentario especializado con los negocios reflejando escándalos, buscando mayor “rating” y olvidando hablar de técnicas, tácticas, estrategias de juego. Proliferaron periodistas deportivos que no entendían mucho del juego y sus virtudes consistían en ser amenos conversadores o polemistas de bar, infiltrando ignorancia incluso hasta en ámbitos profesionales.
Así, por ejemplo, alguien enseñó a patear mal un penal desde la mesa de un programa deportivo de televisión, enarbolando la siguiente consigna:
“ El penal se patea fuerte al medio”
(FALSO)
El penal clásico o el penal bien ejecutado, o el mejor penal, se debe ejecutarse fuerte sí, pero no al medio, sino esquinado, a colocar, en lo posible abajo, lejos del alcance del arquero, junto a la base del poste.
Esta simple sabiduría se perdía culpa de un periodista de TV y muchos profesionales argentinos se equivocaban al patear un penal. Pero no los italianos, ni los alemanes, ni los brasileros, y en las definiciones por penal nos dejaban afuera. Por eso un capítulo lo he dedicado más adelante a la correcta ejecución del tiro libre penal.
El fútbol es un juego que por alguna razón se desarrolló con mayor fuerza en países católicos: Brasil, Italia, Alemania, Argentina, Uruguay, Francia, España… Salvando la distancia que existe entre el divertidísimo juego y la sacratísima religión, los cristianos sabemos que no se pueden cambiar los diez mandamientos y mucho menos con el sentido contrario. Sabemos que no siempre lograremos cumplirlos, por nuestras falencias, pero sólo conociendo los mandamientos podremos aplicar nuestro libre albedrío.
Algo similar ocurre con el deporte, existen verdades que debemos conocer al decidir si patear bien el penal o picar la pelota, por ejemplo. Digamos que la picardía en el fútbol no es pecaminosa pero lleva mayores riesgos de fracaso.
Cuando decimos:
“¡ Que genio, la picó en el penal ¡”
(FALSO)
Qué genio si convirtió, porque picando ese penal, redujo sus posibilidades de gol, dando mayor oportunidad al arquero, quien si advierte la intención lo contiene.
Quienes ignoran cuál es el mejor penal dudarán siempre y aumentará su desasosiego en ese momento crucial. Otros dicen que influye en gran medida la capacidad del arquero, hasta su buena o mala suerte al elegir un palo.
La verdad es que en los penales quien tiene la sartén por el mango es el ejecutante.
Lo ampliaremos el capítulo dedicado a los penales.
Otro tema que nuestros tres entrenadores campeonas también supieron ponderar son los buenos centros, o los buenos pases, que constituyen la primera mitad de un gol.
En otro capítulo trataremos sobre tiros libres y córneres, jugadas con pelota detenida. Cómo conviene patear “un centro a la cabeza”, abierto y no cerrado, sabiduría olvidada también. Quien fue a cabecear al área rival sabe que el centro debe venir hacia su frente y no hacia el arco, porque la probabilidad de cabecear con más potencia y convertir el gol aumenta con comba abierta, cuando la pelota viene hacia nuestra frente. Y disminuye, cuando la comba va cerrándose hacia el arco. Pero nuestros tres directores técnicos aplicaron estas sabidurías del fútbol argentino y con ellas ganaron.
Otros perdieron buscando el “Catenaccio” italiano, queriendo convertir nuestra selección en una vidriera de jugadores a la venta, o buscando el “Fútbol total” holandés, para apabullar al rival. o improvisando un dibujo táctico distinto en cada partido para sorprender al rival. Técnicos verdaderamente complicados.
Hasta un buen técnico simple como Alfio Basile dirigió mejor que ellos y pudimos salir campeones de no haber mediado inconvenientes extra futbolísticos, porque entendía bien nuestro fútbol y tenía armado un “Equipo de memoria”.
Revistas como “El Gráfico” o la “Goles” en los años setenta nos enseñaban más fútbol que los medios deportivos actuales, porque analizaban más el juego y menos sus apostillas, polémicas y anécdotas. Los siete partidos del mundial setenta y ocho, los siete partidos del mundial ochenta y seis, y los siete partidos del mundial dos mil veintidós, deben volver a verse completos – no en resúmenes - para seguir entendiendo lo que vale jugar verdadero Fútbol Argentino.
A fines del año dos mil, un amigo que reside en Estados Unidos me consiguió en VHS todos esos partidos mundialistas del 78 y el 86 completos, carteándose con coleccionistas de todo el mundo, y pude comprobar que allí estaban resumidas las sabidurías del fútbol argentino, que he vuelto a ver en su plenitud recién el año pasado.
Desde 1998 envío cada tanto estas pequeñas sabidurías a la A.F.A. en cartas dirigidas a los seleccionadores de turno, intentando colaborar sólo para vivir de nuevo nuestra felicidad de ganar un mundial, creyendo tener las bases de una receta eficiente.
No he tenido respuestas, tal vez ni fueron leídas, pero hoy me ayudan a escribir este pequeño librito de fútbol argentino.
Un ingrediente esencial que pude aportar para esa nueva receta es que en aquellos viejos menús exitosos del 1978 y el 1986, es que Argentina creaba al menos una docena de situaciones de gol por encuentro, más allá de cuantos convertía. Esa cantidad de ataques era la diferencia sustancial que no tuvimos en otros mundiales. Tanto en el 78 como en el 86 los goles iban a llegar, y a nosotros difícilmente nos pudieran vulnerar. Ésa convicción demostraba entonces nuestro equipo jugando. Y esa sensación, esa manera de transitar el partido, logramos repetirla recién en Qatar 2022, para hacer realidad la proeza por tercera vez.
Tuvimos buenas actuaciones también en el mundial de Italia 1990 y en Brasil 2014, donde logramos el subcampeonato, en los que atacamos y defendimos bien, pero nos faltó ese dominio, esa capacidad para crear tantas y tan buenas situaciones de gol. Pero al final aquellas enseñanzas del 78 y del 86 volvieron en esta tercera Copa de Qatar 2022, como debía ser.
Nuestros tres técnicos se forjaron toda su vida sin creerse iluminados para reinventar este deporte, conociendo que el fútbol es simple y equilibrado y es uno solo.
En especial, nuestro querido fútbol argentino.
Fragmento del primer capítulo del libro "Pequeñas Sabidurías del Fútbol Argentino" escrito por Pablo Rolando Marianetti.
