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Historias de por acá

Una breve y simple historia de amor

Ocurre casi todos los días en Mendoza, en una ciudad del Este, pero puede ser en cualquier parte. Un pequeño cuadro, un simple cuadro, que hace que lo más complejo, lo más duro, pueda ser algo bello.

Historia de amor

Todos los días, como a las tres de la tarde, el hombre sale de su casa. Sale por un portón, que seguro es la salida de un pasillo, que seguro da a un departamentito en el fondo, que seguro alquila, que seguro es caluroso y mal ventilado.

El hombre sale a las tres de la tarde en punto. Debe tener unos treinta años y es robusto. No sale solo. Una muchacha, que parece bastante más joven que él, lo acompaña. Se quedan un rato en la vereda, junto al portón. Hablan, se miran, se acarician, se besan. Un rato largo, como si fuera la despedida de una ausencia casi eterna.

Historia de amor
 

El hombre tiene ropa de trabajo. Un pantalón de trabajo, una camisa de trabajo, unos zapatones de trabajo. El sol le hace brillar las franjas de la camisa, esas que sirven para que no lo atropellen los impiadosos. Ella está linda, bonita, joven. Él está un poco gordo, casi mucho, vestido de trabajo.

Están un rato largo allí, hasta que el último beso es más largo que todos. Después él se va y ella vuelve a entrar al pasillo, al departamentito caluroso. Una hora después, quizá dos, un camión recolector de residuos pasa por la calle. Colgado atrás, o corriendo, o saltando de mugre en mugre, va el hombre. Suda, corre, revolea la mugre, se cuelga, sigue corriendo.
Revolea la basura de sus vecinos y la suya propia. No mira hacia el portón. No se lo permite. Quizás tema querer quedarse, dejar de correr, dejar de treparse, de rebolear mugre. Todos los días es la misma ceremonia: el portón, los besos, el adiós, el camión, la basura.

Historia de amor
 

Vaya a saber a qué hora concluye su jornada, pero no es difícil imaginar cómo es su regreso, oliendo a basura de otros. La muchacha, más joven que él, ayudándolo a sacarse la pestilencia, meta espuma y besos. Hay algo conmovedor en el hombre, algo en ella, algo en ellos, en sus actos y en sus gestos.

Así siempre, todos los días, repitiendo la ceremonia. Ellos confirman que la mugre no se quita solo con agua y jabón.

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