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HISTORIAS DE POR ACÁ

Don Gareca, el último artesano que resucita la alegría de los niños

Es uno de los pocos, quizás el único, que repara pelotas de fútbol en Mendoza. Tiene su puesto en la rotonda de Paso y San Martín, en Luján, y clientela de toda la provincia. Hasta los clubes de fútbol mendocinos le llevan sus balones para que los repare.

El artesano de la redonda "DON GARECA"

Armando Feliciano Robles tiene un trabajo noble. Desde hace 25 años se dedica a que la infancia no se quede sin aire, que sea redonda, perfecta. “Trabajo a dos agujas”, dice, mientras hace cruces invisibles con la piola. Hace medio siglo que arregla todas las pelotas del mundo, un mundo de niños mendocinos, pero también de clubes de fútbol porque ya no hay nadie que arregle pelotas, salvo él.

Armando Feliciano Robles tiene un nombre justo, porque no hay otro nombre posible que Feliciano para alguien que hace feliz a un niño. Pero los años, o quizás un viento zonda que sopló alguna vez en Carrodilla, hizo que perdiera ese nombre y ahora todos lo conocen como Gareca. Don Gareca, más precisamente, porque el “don” es un título honorífico que los comunes le otorgan a pocos, solo a los que merecen ese respeto.

El artesano de la redonda "DON GARECA"
El artesano de las pelotas de fútbol - Foto: Tomás Lobo

En tantos años al sol en la rotonda de San Martín y Paso, de Luján, a Don Gareca se le ha curtido la piel y ahora parece un cuero marrón, duro, como los viejos fútbol Nº 5. Quizás su piel comenzó a transformarse antes, cuando todavía trabajaba en una fábrica de zapatos en Mayor Drummond y él, con sus manos curtidas y sus uñas grandes y duras, hacía ochenta pares de mocasines por mes. “Después se murió el dueño, vino el hijo que vivía en Italia, se llevó a la madre, cerró la fábrica y me quedé sin trabajo”, cuenta.

El artesano de la redonda "DON GARECA"
Su Taller en plena calle de Carrodilla - Foto: Tomás Lobo

─¿Desde cuándo lo llaman Gareca?

─Teníamos un equipo de fútbol. Se llamaba Ventisquero. En un torneo salimos campeones, ganamos todo e hice 16 goles. Desde ahí me dicen Gareca─, cuenta. Claro, el remoquete viene por Ricardo “el Tigre” Gareca, goleador en Boca, Vélez e Independiente, entre otros clubes.

Dice que tiene clientes de toda la provincia, la mayoría de padres desesperados que le llevan los balones de sus hijos para que Don Gareca los repare y evite así que se gasten “unos $35.000, que es lo que está saliendo un fútbol nuevo”, cuenta. Por el diez por ciento de ese monto, el hombre hace que una pelota pinchada vuelva a la vida.

Don Gareca prácticamente no tiene competencia. Son pocos los que aceptan el desafío de arreglar una pelota. Algún zapatero remendón, a veces, pero el trabajo es complejo y no son muchos los que se animan. Tan bueno es en lo suyo, que hasta “la mayoría de los clubes de fútbol de Mendoza me traen sus pelotas para que las arregle” y cuenta que hay nombres conocidos entre los habitués, como el de Sebastián Torrico.

El artesano de la redonda "DON GARECA"
Don Gareca y su interminable vínculo con la pelota - Foto: Tomás Lobo

La rotonda de Paso y San Martín es un reducto de donde el pasado se niega irse. Ahí está Don Gareca y una histórica estación de servicio de YPF, que ahora es museo y que él mismo se encargó de cuidar. La Municipalidad de Luján, en vista de que él también es parte de la historia, le levantó un depósito para que Don Gareca pueda guardar sus herramientas y las pelotas que están en reparación o a la espera de que lleguen sus dueños a retirarlas.

LA CHARLA GRABADA CON NOSOTROS MIENTRAS TRABAJA

Es cierto que Armando Feliciano Robles se ha tenido que ir adaptando a los tiempos y perfeccionando. Las pelotas ya no son cuero y cámara. Ahora hay materiales sintéticos, líquido, otros componentes. Don Gareca las repara a todas y las deja como nuevas, perfectamente redondas, llenas de aire, impecables.

Cuenta que está separado y tiene cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. Uno de los varones está aprendiendo el oficio “y se dio cuenta que hay mucho trabajo y que es una buena forma de ganarse la vida”, dice.

Ya hay un heredero. Eso es bueno. Todos podemos respirar aliviados. Después de todo, hay pocas alegrías tan auténticas como la de un grito de gol.

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