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Historias de por acá

Cuna de fantasmas en Alvear: un monumento nacional que conjuga incesto, femicidio, traumas familiares y muertes

Dicen que en la bodega Faraón hay fantasmas. Una historia familiar trágica alimentó la creencia de que allí viven espíritus. Hoy, ese lugar es uno de los atractivos turísticos más importantes del sur provincial.

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Pasiones descontroladas, engaños, asesinato, accidentes, hijos muertos al nacer. Hay mucho drama, muchos muertos en este lugar. Quizá por eso hay tantos fantasmas, tantas almas vagando por aquí, llorando sus penas.

Podría ser el argumento recargado de una novela, de una serie de Netflix. Pero no. Es historia, es el origen de un departamento mendocino, de una bodega centenaria, de un sitio declarado Monumento Histórico Nacional por el Congreso de la Nación.

“El conocido vecino, Don Anselmo Cremaschi, se ha presentado espontáneamente a la policía, dando cuenta de haber muerto a su esposa de dos tiros de revólver, uno de ellos en la sien, que fue el mortal”, dice un diario local de General Alvear,el 22 de febrero de 1925. 

“El señor Cremaschi se halla en estado de enajenación mental o bajo la influencia de una terrible obsesión, motivada por el adulterio de la esposa, que parece haber confirmado para resolverse a tan trágica determinación”, agrega el mismo artículo.

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El amplísimo predio de la histórica bodega sureña.

Preludio 

Anselmo y María Antonieta eran primos. Cremaschi era la familia de ambos. Vivían en Italia. Por más primos que fueran, se enamoraron, en 1899 tuvieron a Víctor, su primer y único hijo, y en 1905 viajaron hacia la Argentina. Algunos dicen que se fueron de Italia escapando del repudio familiar.

La pareja se asentó en el sur de la provincia de Mendoza, en una zona que aún era territorio de San Rafael y que nueve años después, en 1914, sería el departamento de General Alvear.

Anselmo Cremaschi y su esposa y prima, construyeron una casa y una bodega. “No la llamaban bodega, la llamaban mansión y comprendía las dos cosas”, cuenta Oscar Andrade, un alvarense apasionado de la historia que, además, realiza entretenidas visitas guiadas por aquella propiedad de los Cremaschi, que consistía en una casa amplia y coqueta, siete hectáreas de viñedos y una bodega lo suficientemente grande para procesar lo que se cosechaba allí, produciendo unos 30.000 litros de vino.

La pareja dejó al niño Víctor en Chivilcoy, Buenos Aires, estudiando en calidad de pupilo. Cada tanto Víctor viajaba a Alvear y se entusiasmaba con la bodega, y el río Atuel e imaginaba que ese podía ser también el río Nilo. Por eso después, además de recibirse de ingeniero civil y enólogo, estudiaría profundamente la historia y la cultura egipcia y, ya a cargo de todo, terminaría bautizando a la bodega como Faraón y hasta realizando pinturas egipcias y una réplica de la imagen de Ramsés II.

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De Italia a Alvear, el periplo de los Cremaschi. 

Sangre y pasión 

Pero, antes de que Víctor quedara al mando de todo, se desencadenó el drama en la familia. 

“La historia, registrada por los diarios de la época, cuenta que Anselmo Cremaschi mató a su mujer Antonieta, después de descubrirla siéndole infiel”, cuenta Oscar Andrade.

Anselmo había encontrado a Antonieta con Amadeo Pascualín, un chofer, de 28 años que trabajaba para la familia.

“El conocido vecino, Don Anselmo Cremaschi, se ha presentado espontáneamente a la policía, dando cuenta de haber muerto a su esposa de dos tiros de revólver, uno de ellos en la sien, que fue el mortal. Al señor Cremaschi se halla en estado de enajenación mental o bajo la influencia de una terrible obsesión, motivada por el adulterio de la esposa, que parece haber confirmado para resolverse a tan trágica determinación”, dice una de las crónicas de esos días. 

Anselmo Cremaschi no es condenado por la justicia, pero decide irse del país y dejar toda la propiedad a cargo de su hijo Víctor.

“Vuelve a Europa y se radica en Francia. Por este motivo se deduce que la pareja de Anselmo y Antonieta había sido repudiada por la familia por ser primos y, por ese motivo, Anselmo decide no regresar a Italia”, sostiene el guía Andrade.

Esta relación incestuosa parece haber generado una maldición, que también afectaría a Víctor. El joven Cremaschi formó pareja e intentó tener hijos, pero no pudo. Tres embarazos terminaron con la muerte del niño al momento de nacer. 

Hay una versión que sostiene que esto traumó a Víctor, que guardó los cuerpos de esos bebés en frascos con formol y que los guardaba en la casa.

El bodeguero decide adoptar a una niña, Beatriz, pero ella tampoco dejaría descendencia. 

Los muertos en la bodega 

A la trágica historia familiar, también se le agregan las muertes de obreros por los efectos de la inhalación de anhídrido carbónico, al momento de realizar la limpieza de la pileta o el control del proceso de fermentación del mosto.  Esas muertes por intoxicación eran muy frecuentes en esos años.

Esto impulsó a Víctor Cremaschi a buscar alguna solución para evitar esas muertes. En 1941 diseñó e implementó un sistema de vinificación de piletas aéreas con formato de tronco cónico. En 1948 crea y patenta a nivel mundial el sistema de vinificación continua, el cual tuvo un impacto mundial en la industria del vino, cambiando el método de vinificación. 

Víctor Cremaschi falleció el 14 de septiembre de 1983. Beatriz se hizo cargo de la bodega hasta 1990.  Después la administración pasó por varias empresas hasta que la bodega es vendida en 1994 a Valle de Nubia S.A., que produce el vino Faraón hasta 2012, cuando la sociedad quiebra y cierra.

En 2016 la Municipalidad de General Alvear compra el inmueble en un remate y crea allí el Multiespacio Cultural Bodega Faraón y en 2019 se declara el lugar como Monumento Histórico Nacional, por Ley N° 27515. 

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Desde 2016 la Municipalidad de Alvear compra el establecimiento vitivinícola y lo transforma en el Multiespacio Cultural Bodega Faraón.

Los fantasmas

Con semejante historia, fue inevitable que en la propiedad comenzara a hablarse de la existencia de fantasmas, de espíritus.

Ruidos, sombras, luces, sonidos inexplicables, puertas que se abren o cierran solas, son episodios frecuentes allí, siempre justificados por la presencia de fuerzas etéreas.

Más allá de todo, la historia y el atractivo de la bodega Cremaschi, la de los vinos Faraón, sigue creciendo. Y está bien que así sea.

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