Tuve la suerte sobre el fin de mi infancia de leer un libro escrito por Franz Beckenbauer, el "Kaiser, capitán de la Alemania campeona del mundo 1974. Lo había comprado un amigo que jugaba de arquero o de "seis", en el equipo del barrio, donde yo jugaba de "dos". Nos pusimos a estudiarlo y aprendimos a pegarle a la pelota. Éramos niños de diez u once años aprendiendo la mejor manera de impactar el balón, según Beckenbauer.
Los comentaristas de fútbol explicaban todas las posibilidades al relatar los encuentros, ponderando los chanfles, efectos varios y "tres dedos" con cara externa, qué sólo sirve en alguna ocasión especial, como así también, los centros o tiros libres con cara interna, o los remates "de puntín" al arco. Pero curiosamente, la mejor manera de pegarle a la pelota, era la menos ponderada.
Así que agradezco esas enseñanzas después del mundial 74 que nos brindara ese libro alemán, sobre algo que nuestros mayores deberían haber valorado más y que todavía hoy, deberíamos profundizar. Un concepto relativo al fútbol en general, para todas las naciones y para todas las épocas.
"Pegarle a la pelota con todo el pie"
(VERDADERO)
Así decía el libro alemán, aclarando que se refería a la parte superior del pie, es decir, el empeine. "La agarró con todo el pie", o "Le dio de lleno" decían nuestros comentaristas en los años setenta.
Y mi amigo el que compró el libro, de un ex jugador y árbitro de fútbol, descifró para que no quedaran dudas que eso significaba que a la pelota había que…
"…pegarle con los cordones de los Zapatos"
(VERDADERO)
Entonces, finalmente, a los diez años de edad entendimos cómo pegarle a la pelota, y a los doce ya practicábamos darle de lleno cada vez que podíamos, porque el disparo salía bien así, con fuerza y donde uno desea dirigirlo.
Otras opciones eran alternativas menos concretas. Tanto darle "de puntín", con la punta del zapato, como buscar un "chanfle", con la cara interna o externa del pie, eran variantes posibles para un pase gol, para enviar un centro o hasta para convertir un gol si no había margen de tiempo y espacio para perfilarse mejor.
Porque, cada vez que se puede a la pelota hay que darle "con todo el pie". Así lleva una trayectoria bien dirigida y potente, justo hacia el lugar donde quisimos enviarla.
Para un centro también se puede patear con cara interna del pie, es bastante confiable el destino del balón, previendo la comba, y se eleva bien también el disparo, con buena dirección… Pero no lleva la misma potencia.
Si buscamos que nuestro centro logre un buen impacto contra la frente del jugador que va a cabecear hacia el arco para definir, lo mejor es darle con nuestro empeine también, dará más fuerza a la asistencia y el mayor rebote beneficiará la definición.
Y el efecto cara interna del pie facilita por ejemplo patear un tiro libre y elevarlo sobre una barrera para que llegue al arco, pero la pelota llega mansita a las manos del arquero, más lenta y débil. Como dirían en la cancha : "le tiró una masita".
Pegarle a la pelota con la punta del pie tampoco es buena opción; el consabido "puntinazo" infantil debiera resultar vergosozo salvo emergencia ineludible. Alguna jugada donde quede poco tiempo y espacio, filtrando un pase de gol o definiendo a gran velocidad. O para interceptar un pase rival, despejar o sacarla fuera en circunstancias apremiantes.
No se debe aplicar un puntinazo con pelota detenida, ni en un saque de meta. Se debe impactar bien la pelota, con todo el pie, elevándola desde el suelo. Es la manera correcta de salir jugando. Y también de patear un tiro libre directo o un penal para llegar a las redes rivales con mayor contundencia, nobleza, dignidad, belleza y eficacia. Ni hablar lo magnífico que resulta darle de lleno cuando viene en el aire, agarrarla de volea.
Reproducción del Capítulo Sexto del libro "Pequeñas Sabidurías del Fútbol Argentino" escrito por Pablo Rolando Marianetti.